Se levantó a las 7:30, no alcanzó a desayunar.
Salió hacia su trabajo desde Las Vizcachas, y esperó.
Pasó la 72 B y un bus privado, y la 72 A pasó dos veces.
Cuarenta minutos.
Llegó su micro, y avanzó a unos 40 km por hora, como si el chofer disfrutara el paisaje.
Bajó a tomar su segunda micro, comprobó el saldo de la tarjeta.
La micro apareció enseguida. Al subirse, le marca que tiene -5 pesos y lo obligan a bajarse.
Explica bruscamente al fiscalizador que si tiene saldo en la tarjeta, este le pide perdón y le hace esperar nuevamente.
Se desespera, tiene rabia. Corre contra un poste de luz y le da una sola patada, una firme.
El poste tambalea y el vidrio se triza, casi cae, la gente mira.
El fiscalizador que lo bajó le pide que se tranquilice y le pregunta porque está así.
Putéa un rato, alega contra el transporte publico y dice algo sobre quemar la municipalidad, el fiscalizador lo mira en silencio.
Entra en escena su micro y esta vez le marca el saldo correcto, voltea hacia el fiscalizador y este se despide con una sonrisa.
El viaje transcurre rápido. Llega hasta el metro y también se le hace corto el trayecto. Durante esos minutos, le parece que no todo está tan mal, y hasta recupera un poco la fe en el mundo, y en él mismo.
Llega a Plaza Egaña y algo le resulta extraño.
Un caballero le pregunta a que hora vuelven a pasar las micros por esa calle, alguien le responde que a las diez, el debía estar en el trabajo a las diez.
Camina hasta José Arrieta medio perdido, pero ya no le quedan mas opciones.
Encuentra un paradero y toma la micro.
Llega a su trabajo, con 4 minutos de atraso, pero está bien.
Lo había logrado: era una victoria.
Pero se sentía derrotado.
-
Derrotado.
martes, 19 de febrero de 2013
Publicado por DAguito De Lefént en 18:14 | Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir en X Compartir con Facebook |
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