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  1. El Caminante.

    viernes, 30 de septiembre de 2011

    El Caminante camina.

    El Caminante no tiene fijo un destino.
    Para el no es importante el camino.
    Sino avanzar.
    Y no parar.

    El Caminante no deja huellas en su viaje.
    El solo camina.
    Aveces, de tanto caminar, se entierra espinas.
    Pero el Caminante no para, y deja el dolor correr con el día.

    El Caminante camina.

    El Caminante jamas se detiene, aunque aveces se tropiece.
    El tropieza, y hasta se cae algunas veces.
    Orgulloso se encuentra el Caminante; "levantarse de las caídas es bueno", dice la gente.
    Pero no es bueno, el Caminante lo sabe, y vuelve a caminar velozmente.

    El Caminante tropieza por las grietas que del suelo nacen.
    El sigue caminando, y deja atrás los conflictos que lo atrasen.
    Solo si tal vez hubiera pensado en arreglarlas, y no en seguir caminando, el seria mejor.
    Pero no lo hace.

    El Caminante camina.

    El Caminante ha caminado mas que nadie.
    Y a pesar de tantos caminos, pocas veces, se ha detenido a mirar las estrellas.
    A el mismo se dice, "no tengo tiempo de fijarme en ellas", pero se miente.
    Y sigue su camino, gastando suela.

    El Caminante por lógica, no puede mirar hacia atrás.
    Eso significaría detenerse, y el Caminante no puede parar.
    Tal vez por eso, al Caminante le cuesta tanto olvidar.
    Y de las cosas bellas que tras de si dejó pasar, no logra dejar de pensar.

    El Caminante se encuentra cansado.
    Cansado de caminar.

    El Caminante se cansó de una carrera sin meta.
    El Caminante se cansó de jamas llegar.
    El Caminante se cansó de espinas y grietas.
    El Caminante se cansó de no olvidar.

    Pero el Caminante camina.

    Es que ese es su deber, y aunque piense en hacer otra, no puede.
    Porque de tanto Caminar, de tanto no mirar al pasado.
    De tanto tropezar sin solucionar nada, ni haber un destino encontrado.
    Olvidó como detenerse.

    El Caminante camina.

    El Caminante ya no puede mas, el dolor lo lastima.
    Y no son sus piernas, ni sus pies llenos de espinas.
    Es que el caminante mas que nadie, sabe sobre dolores que van mas allá del cuerpo.
    O del pensamiento, o de la razón.

    Es que el caminaba creyendo que caminado, tomaría fuerza y valor.
    Pero tanto caminar, nunca le quito el dolor.
    Solo le endureció la piel.
    Y al final se tubo que detener, habiendo gastado su vida.

    En un sendero que no supo correr.



  2. La Manada.

    jueves, 29 de septiembre de 2011

    Antes que nada, quiero comentar que si desaparecí por tanto tiempo, es que tengo buenos motivos para ello. Pero no es el momento de explicar el porque de esta desaparición, aunque quizás pueda comentarles algunas cosas de mi situación actual.

    Lo primero, por ser lo que me tiene encabronado el día de hoy, es la relación con mis padres, personas con las que convivo día a día. Lo cierto es que aunque no entraré en detalles, la relación es pésima, motivo por el cual quiero dejar este lugar en el menor plazo posible.

    - ¿Y porque te querís ir de tu casa? -me pregunta un compañero de colegio.

    - Porque no soporto a mis viejos.

    - Pero hueón si son los que te crían, los que te pagan la comida y el colegio y todas las hueás que tenis.

    - Si pero ese no es el asunto.

    - ¿Entonces cual es?

    - Que ellos quieren para mi cosas que son para otros.

    - ¿Como que?

    - Un futuro exitoso, relaciones tranquilas, dinero, trabajo, mucho trabajo ...

    - Pero eso es por lo que se tiene que preocupar los papás, de tu futuro.

    - Pero yo no quiero ese futuro, no quiero ser parte de esa sociedad, donde se muere trabajando ... no la entiendo.

    - ¿Y que queris entonces, ser un salvaje, vivir con los lobos en los cerros y comer carne cruda?

    Yo hice una risa falsa y me marché, no soportaba tener que aguantar una conversación con una versión adolescente de mi madre.

    Cuando salí del colegio, caminé pensando en que inventaría para llegar un poco mas tarde a casa, pues lo cierto es que siempre lo hago. De pronto, sin saber como, llegué a un bosque.

    - ¿Hola? -grité al vacío, esperando una respuesta.

    Esperé un poco, pero no parecía haber nada en ese bosque. Cuando por lógica di la vuelta para salir por donde entré, me di cuenta que debía haber tomado un camino muy extraño, pues no encontraba la salida de aquel lugar.

    Al no encontrar que hacer me senté sobre un tronco caído, mientras jugaba con los rayos de luz que atravesaban las hojas de los arboles en las alturas.

    Escuché algo ... movimiento.

    Entonces apareció un lobo de pelaje castaño ante mi, posando bajo los destellos que caían de los arboles. Era pequeño, y no parecía estar en posición de ataque. Me acerque a el lentamente para hacerle cariño, aunque la verdad, era porque siempre había querido tocar a un lobo.

    Pero sin previo aviso me vi embestido por otro lobo inmenso que con su cuerpo echó al pequeño atrás. Intente pensar en algo, pero el lobo mayor ya se encontraba sobre mi, estampandome contra el suelo sobre sus dos patas frontales, y enseñándome los colmillos. Y en esos momentos uno dice; vamos, ¿que puede ser peor? y es entonces cuando aparece detrás de el lobo que te tiene entre el colmillo y el suelo todo el resto de la manda, y te preguntas; ¿porque pregunto hueás?

    Pero como muchas otras veces, la suerte jugó a mi favor.

    Un par de conejos pasaron junto a mi y a la manada, y enseguida estos últimos corrieron tras los conejos y los dejaron libres.

    Entonces corrí hasta perderme otra vez.

    Cuando al otro día volví a la escuela, le conté todo lo ocurrido al mismo compañero.

    - ¿Viste? -me dice con aire victorioso-, te dije que no se podía vivir así.

    - ¿Así como?

    - Como los lobos, como seres salvajes que se abalanzan sobre otros.

    - Te confundiste de personaje.

    - No entiendo -me dice.

    - No son los lobos los salvajes que se abalanzan sobre otros, somos nosotros.

    - ¿De que estay hablando?, si esos casi te matan.

    - Pero es porque yo no soy un lobo.

    - ¿Y que tiene eso que ver?

    - Que yo no era parte de ellos, yo era una amenaza. Me estaba acercando a la cría, al pequeño del grupo, y por eso otro me atacó.

    - Bueno quizás eso fue tu culpa, ¿pero que hay del pobre conejo?

    - Es que el tampoco era un lobo.

    - Obvio que no po saco e' huéa, pero esa conducta animal que tu buscas no es posible en una sociedad como la de nosotros.

    - No, es peor. ¿Querí saber porque hueón? porque los lobos se protegen entre ellos. Se comen a los conejos, atacan a los humanos, pero no a los lobos. Esa es la diferencia con nosotros los no-lobos, que siendo todos iguales, nos atacamos entre nosotros, nos ponemos las garras contra el cuello para obligar al otro a hacer algo, hasta que se nos va la vida en ello. Como la sociedad que te coloca entre la espada y la pared para poder sobrevivir en ella, y tu trabajas hasta que se te va la vida, para mantener un sistema que no entiendes. Entonces dime, ¿es tan diferente al lobo que pone a un humano entre los colmillos y el suelo ?

    - El problema en lo que dices es que las personas no nos matamos entre nosotros.

    - ¿Acaso no ves las caras en e metro, en la micro?, ¿o te tus propios padres al llegar del trabajo? ¿no alcanzas a sentir ese cansancio que llevan, esa vida que dejan?, ¡y somos nosotros! nosotros somos los que no hacemos nada por cambiar eso, y nos seguimos comiendo entre nosotros y distanciándonos mas, en vez de seguir juntos y protegernos como una manada.

    El resto de la conversación no lo recuerdo claramente, pero debo haber repetido "los lobos no se matan entre ellos" una enorme cantidad de veces.

    Lo que si recuerdo claramente es haber visto a mi compañero darme la espalda y dirigirse a su siguiente clase, dando brincos y moviendo sus largas orejas y su pequeño rabo para todos lados.

    Una presa fácil.