Rss Feed
  1. Sobre un enemigo que necesitamos.

    domingo, 19 de febrero de 2012

    Cada cierto tiempo, mis padres me llevan a San Antonio. Allá viven mis abuelos y a pesar de que cuando voy a visitarlos prácticamente no hago nada, es algo que realmente me agrada.

    Cuando era mas pequeño, no me gustaba mucho ir, porque siempre estaba solo. Me preguntaban porque no salía a hacer amigos o algo así, pero la verdad es que era muy tímido para eso, y fui aceptando a la soledad como compañera.

    Con los años dejó de importarme la soledad. Dejó de ser un latente temor (temor, que a mi parecer, habita en los corazones de todos cada cierto tiempo), y la visita, junto con la sensación de soledad, se trasformó en algo placentero, donde normalmente me desconecto de todo, y termino de leer algún libro.

    Hace algunos días, yo me encontraba medio dormido leyendo en el sillón de mis abuelos ,cuando mi madre me llamó.

    - Hijo, ven un poco.

    - ¿Que pasa?

    Ella se encontraba afuera con mi abuela y una tía, y desde donde yo me encontraba se podía escuchar otra voz.

    - Es que está una prima mía y quiere conocerte.

    Me levanté tratando de arreglar la cara de culo que tenía, y cuando salí, vi a una señora con un niño a su lado.

    Eran la prima de mi madre y su hijo, Juanito.

    - Yo te vi en la mañana -le dije a Juanito.

    - No sé...

    - ¿Llevas puesta una polera del Rey Misterio, no?

    Cuando lo dije el movió ambos brazos que tapaban su pecho, y dejo ver su polera donde aparecía imponente el falso luchador, mientras en su pequeño rostro se dibujaba una sonrisa enorme.

    - ¡Si!

    Y yo le sonreí.

    Me quedé un rato mas por cortesía, pero ademas, algo extraño ocurría con Juanito, sentía que el no era normal, y mi atracción por la gente extraña siempre ha sido una de mis cualidades.

    - Igual me da lata por el Juan, porque pucha ... acá no tiene amigos -decía su mamá, con el niño entre sus brazos.

    - Es que acá vivimos puros viejos -dijo mi abuela.

    - Si po'. Osea, ahora se junta con un niñito, pero no me gusta mucho. La otra vez el Juan llego diciendo que lo había ahorcado y como que quedó con miedo. Yo le diría que no se junte con el, pero como no tiene mas amigos...

    Todas comenzaron a hablar, a comentar sobre el horrible bullying que acontecía al mundo, a ese que siempre a existido pero ahora es mas terrible por aparecer en internet, y desde los brazos de su madre, rozando el silencio, Juanito dijo algo que nadie se preocupo de oir:

    - Me gustaría que el Rey Misterio fuera mi amigo.

    Y su mirada se perdió en el cielo, soñando que luchaba junto a su gran héroe.

    Al rato, yo me acerqué a Juanito.

    - ¿Tienes un problema con un niño?

    - No es un niño, pero mi mamá no me cree.

    - ¿Y que es?

    - No sé, pero me ahorca, aveces me desgarra algunas partes, pero no deja heridas, y nadie me cree.

    Pensé un instante.

    - ¿Te gustaría que el Rey Misterio te ayudara?

    Los ojos de Juanito emanaron una luz que yo no veía desde hace tiempo, y luego de afirmarme que le encantaría, yo le prometí que su héroe esteroídico se presentaría mañana en la plaza que había frente a su casa.

    Juanito se fue a ver la lucha libre, yo a acostarme, y a pensar en la estupidez que había prometido.

    Tuve que levantarme a las 9 de la mañana a recorrer las tiendas del centro buscando una mascara del Rey Misterio, y dos horas después, cuando lo había logrado, mi aspecto aun no lucía como el de un gran luchador.

    Cuando llego la hora del encuentro, me puse mi traje, y salí a la plaza, donde Juanito me esperaba.

    - ¡Cachen al Kinikuman cagao de hambre!

    Le decía un flaite a sus amigos, pero yo seguía con mi misión. Cuando llegué hasta Juanito, el me recibió con la gran admiración que yo esperaba.

    - ¿Y tu quien eris?

    - ¿No me conoces?, soy el gran luchador, el Re...

    - Si te conozco, pero estay un poco ... flaco.

    - Es que estoy de vacaciones, la próxima semana vuelvo al gimnasio.

    - Mmm ...

    El niño no era estúpido y en un momento hasta pareció aceptar todo como lo que era: un intento de buen gesto. Pero entonces ocurrió algo.

    - ¡Mira, el es el que siempre me ahorca!

    Al mirar en la dirección que indicaba Juanito, distinguí a un niño muy parecido a el, solo que un poco mas grande.

    - Pero tu mamá tenía razon, es solo un niño.

    - No es un niño -añadió con desesperación-, mira ... mira bien.

    Entonces pude distinguir los profundos ojos del niño. Sus ojos irradiaban un frió envolvente, y en su caminar se mostraba algo verdaderamente aterrador, algo ... algo que no era humano.

    - ¿Que es eso?

    - Eso dice que todos lo conocen -dijo Juanito, con una voz que no sonó tan aterrada como la mía-, pero que nadie lo quiere.

    De la nada, Eso se movió con una velocidad monstruosa hasta aparecer frente a nosotros. Se dirigía hacia Juanito, y con la poca conciencia que poseía en el momento, logre colocarme frente a el, obstaculizando su camino.

    - No ... -mi voz temblaba-, no te acerques.

    Se movió con paso inhumano por mi lado. Yo no había ni alcanzado a parpadear, a mover un solo musculo, a articular palabra alguna. La velocidad con que Eso se movía era aterradora, y yo no estaba logrando nada por defender a Juanito.

    Se colocó frente a el y lo levanto en el aire con sus pequeños y monstruosos brazos.

    Lo ahorcaba.

    Juanito intentaba gritar, intentaba moverse, pero Eso no se lo permitía. Quizás hasta de llorar trataba, pero ni sus lagrimas tenían el valor de asomarse a la espantosa escena.

    Comencé a desesperarme, la rabia movió mi cuerpo. Dirigí una mano hacia el hombro de Eso, con el fin de apartarlo hacia atrás, de que soltará a Juanito. Cuando logré tocarlo, sentí algo horrible.

    Un escalofrío descomunal recorrió mi cuerpo. Cada pelo del mismo se erizó por completo. No veía nada, pero sentía como no lo hacia hace tiempo.

    El desgarro en la piel, el nudo en la garganta, el frío en la espalda, el ardor en el corazón. Todo tenía un sabor familiar.

    - Yo ... yo te conozco.

    Eso ya no tenía forma humana. Era solo una sombra que me levantaba por los aires apretando mi cuello. A pesar de su aspecto abstracto, estoy seguro de que alguna parte de el llevaba una enorme sonrisa, una sonrisa de satisfacción.

    El dolor era cada vez peor. Era un dolor extraño, un dolor que se metía dentro tuyo, que corría por tus venas, y dejaba salir a todo lo demás, para darse espacio a si mismo.

    Yo perdía la conciencia, y no se que hubiera sido, si no hubiera aparecido una voz.

    - ¡Sueltalo!

    Eso se volteo, y Juanito le gritaba.

    - ¡Suelta a mi amigo, tu problema es conmigo!

    Entonces Eso se dirigió hacia Juanito. Se volvió una nube negra que lo envolvió, entro en el, y desapareció. Yo quedé en el suelo, con el pequeño Juanito sentado a mi lado, preocupado por mi condición.

    - ¿Estas bien, Rey Misterio?

    - Si Juanito, gracias por salvarme.

    - No entiendo, ¿que pasó?

    Yo le hubiera explicado todo, pero me limité a decirle que me había salvado.

    Y es que el debía descubrir por si mismo, que acababa de vencer a la soledad. Y la soledad, no es algo que se venza con la ayuda de otro: nadie nos puede ayudar a vencer nuestra propia soledad. Sino que se derrota solo -aunque esto parezca paradójico-, entendiéndola no como un otro, sino como una parte misma de nuestro ser, una que reclama cariño y tiempo para si misma, para nosotros.

    Y que por medio de ella, solo de ella, descubrimos algo sobre nosotros, algo que solo el tiempo y el dolor revelan a nuestros corazones, que nos embellece, y nos vuelve mas fuertes, quizá casi tan fuertes, como el Rey Misterio.

  2. Cualquiera está en los momentos difíciles.

    jueves, 16 de febrero de 2012

    Se llama Leslie, es mi tía, y hace unos años tuvo depresión.

    Yo era pequeño, y de las pocas cosas que recuerdo de esos años, es que mi tía era bastante desagradable. Nadie parecía disfrutar de su compañía, y la verdad, dudaba de que ella disfrutara de la de alguien mas.

    Una noche antes de ir a verla, yo no podía dormir, y escuchaba a mis padres hablar con otros tíos.

    - Es que la Leslie es tan insoportable a veces -decía mi madre.

    - Si -afirmaba otra tía-, y es tan desatenta, nunca prepara nada cuando la vamos a ver.

    Escuche por horas todo lo que hablaban. Tenía cierto encanto escuchar a los adultos cuando realmente eran ellos, cuando no mentían fingiendo valores frente a los niños.

    Al otro día yo tenía algo que ver en la tele, y no quería ir, por lo que le pregunte a mi madre.

    - Mamá, ¿porque vamos a ver a la tía si no le cae bien a nadie?

    Y ella me respondió:

    - Porque es nuestra familia, y es lo correcto.

    Eso parecía ser suficiente para mi madre, pero lo cierto es que mientras transcurrían los años, las visitas eran cada vez menos frecuentes, hasta que pasaron a ser inexistentes.

    Hasta hace unos dos años:

    - ¿Donde vamos? -yo iba en el auto, y aun no me enteraba de el asunto.

    - A ver a tu tía Leslie -respondió mi madre.

    En ese momento ni siquiera me acordaba que la tía Leslie existía, pero luego de un rato la recordé.

    - ¿Y porque vamos a verla? -el sentido de la pregunta era claro: porque ahora, que había cambiado.

    - Es que a tu tía le dio depresión.

    Después de eso un silencio marco todo el viaje.

    Cuando llegamos nos encontramos con la mayoría de mis tíos, era una gran reunión familiar, que buscaba sacarle alguna sonrisa a la solitaria Leslie.

    Y contra el que era mi pronostico, funcionó.

    Cada cierto tiempo la íbamos a visitar, y en muy poco se volvió un miembro habitual de la familia, luego de haber desaparecido por años.

    Tampoco es que haya cambiado, seguía siendo igual de idiota. Pero era la familia, y eso era lo correcto.

    Finalmente mi tía superó su depresión, y todos sacaron pecho, sintiéndose orgullosos de sus valores familiares, jactándose de su filantropía con la desagradable Leslie.



    Nunca mas la vimos.



    Puede que exagere, quizás un par de veces mas, pero en esencia fue lo mismo, Lsslie volvió a desaparecer. Tampoco digo que no se lo merezca, ella era una idiota, pero yo me preguntaba para que había sido todo el esfuerzo si todo volvería a ser como antes.
    Es que si alguien realmente la hubiera amado, las cosas hubieran sido distintas.

    Y no puedo evitar pensar en uno de esos dichos populares, esos que la gente trata de sabiduría:

    "Los verdaderos amigos se ven en los momentos difíciles"

    o

    "Cualquiera está en los momentos fáciles".

    Pero lo cierto es que cualquiera puede estar en los momentos difíciles. Porque los momentos fáciles, esos que destacan por las risas y la felicidad, requieren esfuerzo. Y ese esfuerzo es mas que perder tu sábado, mas que la bencina que tengas que echar al auto, mas que cualquier sacrificio material o temporal. El verdadero esfuerzo, trata sobre abrir el corazón, e intentar amar.

    Y a la pobre Leslie, nadie la intento amar. Se limitaron a cumplir con su labor familiar y devolverle su sonrisa, cuando eso estuvo listo, volvieron a dejarla sola, y su sonrisa se marchó, quedando en la memoria familiar en el mismo lugar que Leslie: en el olvido.


    Eso, a mi parecer, fue tomar el camino fácil.


    Quizás por eso tenía depresión mi tía Leslie.

    Quizás nunca nadie la amó.

    O quizás, nadie se dio el tiempo de amarla.

  3. Nos llevaron a reparación.

    miércoles, 15 de febrero de 2012

    -¿Y, que ramos quieres tomar?

    -...

    -¿Qué ramos...?

    - ¡NO! -exclame, con rabia.

    -¿Qué pasa? -dijo el, un poco asustado.

    -Oh, nada, disculpe, es que me mató una tortuga.

    Se asomo por el escritorio y vio entre mis manos el pequeño aparato portátil reproduciendo un videojuego.

    -Si, disculpe. ¿Qué decía?

    Mi padre me miró con cara de que fuera un poco mas educado. Yo guarde mi consola y miré al tipo de las preguntas.

    -Te preguntaba qué ramos quieres tomar.

    ¡Ninguno!

    -Matemáticas, historia y lenguaje -miré a mi padre, en gesto de saber si aprobaba mi decisión, el la aceptó.

    El tipo hacía las preguntas. Yo jugaba, o miraba el celular, y mi padre respondía por mi.

    Fui molesto el mayor plazo posible. Cheques, charlas, firmas; eso.

    En el auto nos fuimos discutiendo sobre la utilidad del pre-universitario, en un claro debate a favor/en contra.

    Despertarme a las 10 de la mañana para tremenda mierda cuando solo quería llegar a la casa de mis padres (y eso si que era extraño).

    -Tenemos que ir al centro, hay que cambiar unos pernos de la rueda delantera izquierda.

    No dije nada, no podía estar mas cabreado y si abría la boca podría arrepentirme.

    Al llegar estuve tirado al sol unas dos horas esperando que nos atendieran. Miraba al auto, había algo familiar en el, como si existiese un tipo de conexión entre ambos. El tipo que debía sacar las tuercas fue a buscar unas herramientas, entonces yo me aproveché de su ausencia y me acerque al auto.

    - ¿Así que estas enfermo?

    El no dijo nada.

    - Parece que a ambos nos quieren reparar.

    Entonces me hizo un cambio de luces, y supe que me entendía, que no eramos tan distintos.

    - Pero nosotros no le hemos pedido a nadie que nos arregle, ¿no?

    Movió sus ruedas delanteras de izquierda a derecha, siendo una clara negación.

    - Entonces, ¿que hacemos?

    El motor comenzó a sonar y la puerta del conductor se abrió. Yo me subí por la del copiloto, no lo iba a manejar, el no quería eso, nadie quiere sentirse manejado.

    Iríamos a donde fuera, el destino no importaba.

    ¿Pararíamos?, quizás. Cuando el hambre nos ganara, o una llanta explotara. Pero hasta entonces seguiríamos, déjennos perdernos, luego veremos que hacer.

    Comenzó a avanzar, y un imponente sol nos marcó el camino.

    - La radio no funciona -le dije.

    Hubo un silencio, pero luego entendí el mensaje.

    Nos fuimos cantando. Yo con la mirada perdida, y el curvándose a cada instante, como disfrutando el asfalto bajo sus ruedas.

    Después de todo, ninguno tenía arreglo, y así, eramos felices.

  4. De la verdadera magia.

    martes, 14 de febrero de 2012

    De eso me hablaba siempre Víctor.

    - Tienes que ver la verdadera magia.

    Y yo miraba como movía sus veloces y delgadas manos, veía como un 7 de diamantes desaparecía entre sus dedos, dejando un 8 de trébol a la vista de todos, y sorprendiendo a su publico.

    - ¿Esa es tu carta? -le decía a una chica, completamente seguro de la respuesta.

    - ¡Si!

    Entonces comenzaban las preguntas sobre como lo hacía, pero Víctor les negaba cualquier explicación:

    - Se perdería la magia.

    Todos se alejaban, y Víctor se acercaba a preguntarme.

    - ¿Y, viste la magia?

    - Vi dedos rápidos.

    - No estas mirando bien.

    Esa era la verdadera rutina, nuestra rutina. Los trucos variaban, algunas veces una carta desaparecía y se materializaba detrás de la oreja de alguien, otras fingía equivocarse para aparecer la carta correcta de la nada, cada truco era distinto y mas sorprendente que el anterior, pero la pregunta siempre era la misma:

    - ¿Viste la magia?

    Y mi respuesta siempre buscaba resolver como se había llevado a cabo el truco, pero Víctor me reprendía:

    - No estas mirando bien, tienes que ver la verdadera magia.

    Y les juro que la busqué, intente ver la magia en los trucos, intenté creer en lo que hacía, pero no pude.

    Hasta que un día la curiosidad me venció, y le pregunté a Víctor:

    - ¿Cual es la verdadera magia?

    - La has visto tantas veces, pero no observas bien.

    - Entonces que, ¿eres un verdadero mago, de verdad haces magia?

    Soltó una pequeña carcajada.

    - Obvio que no hueón, solo tengo manos rapidas.

    - ¿Entonces?

    Se puso pensativo, y me hizo una proposición.

    - Hagamos una cosa, te voy a dar una ultima oportunidad. Haré un ultimo truco y tu deberás ver la verdadera magia.

    - ¿Y que será distinto a las otras veces, que hará que esta vez funcione?

    - Que esta vez no podrás ver mis manos.

    - ¿Que, pero entonces como? ...

    - Esas son las condiciones, ¿aceptas?

    - Hecho.

    Se levantó y se acercó a un grupo de personas.

    Comenzó con su rutina. Al haber aceptado la condición de Víctor, me limité a ver todo de lejos sin prestar gran atención al truco en si, y sin haberlo querido, comencé a fijarme en los rostros de los que miraban el show de Víctor.

    El truco terminó, y yo vi la verdadera magia.

    Vi los ojos del publico, como brillaban.

    Como parecían ser niños que se sorprenden al ver algo nuevo.

    Es que, lamentablemente, a mi corta edad, ya existen pocas cosas que nos sorprendan, cosas que den brillo a nuestros ojos y nos hagan sentir que aun hay algo mas, ese algo que no entendemos.

    Y cuando nos volvemos a sorprender, cuando nuestros ojos vuelven a brillar
    Esa, esa es la verdadera magia.

  5. Cuando no se avanza.

    domingo, 12 de febrero de 2012

    I.

    Antes de comenzar, debo jurarles que todo lo que aquí contaré es completamente cierto, y que la prueba de que salvé el mundo y el tiempo, son el mundo y el tiempo en si, aunque aun no se entienda.



    II.

    Abrí los ojos, algo extraño había en el aire.

    - Levántate- se escuchaba la voz de mi madre.

    - ¿Que ... porqué?

    - Al colegio, apurate.

    El oír esa horrible frase despertó en mi una angustia tremenda, y la sorpresa se hizo notar en mi voz.

    - ¿Al colegio, me estay hueviando?

    - Déjate de bromas, y no digas garabatos.

    Pensé en decirle que no era broma, y que los garabatos y las groserías eran cosas distintas, pero extrañamente mi incomprensión le gano a mis impulsos. Mi madre hablaba en serio, la conocía, era pésima mentirosa (uno de los motivos que me hace dudar de nuestros lasos sanguíneos), y si me estuviera haciendo una broma yo me hubiera dado cuenta, por lo que solo accedí a ir a la ducha, tragar el desayuno, y finalmente subir al auto.

    Colegio en verano ... puta pesadilla, anoche estaba tranquilo en la playa y ahora esto. Pensé que quizá fuera el vodka, siempre que me emborrachaba tenía pesadillas.

    Pero esto era peor que una pesadilla.



    III.

    - ¿Que hacemos aquí?

    - Dejate de bromas. Colegio, bajate, tu papá va a llegar tarde.

    - ¿Es enserio?

    - Deja de lesear, toma tu almuerzo y bajate.

    - ¿Enserio?

    El auto se fue y yo me quedé mirando la entrada.

    Mi viejo colegio.

    El lugar en si era una maraña de recuerdos, risas y tristezas, pero por sobre todo, emitía una energía repulsiva, como alguien diciéndote constantemente al oído: vete.

    Cuando logré volver en mi, me dispuse a entrar. Me dirigí hacia la ultima que había sido mi sala. Me sorprendía de como había pasado tanto tiempo, y nada parecía haber cambiado realmente: los mismos lugares, la misma infraestructura, las mismas personas ... las mismas personas.

    No eran las mismas personas.

    - ¿Axel, también estay atrapado en esta mierda?

    - ¿En que? -me dijo, con un tono de normalidad en el que no se parecía reflejar que estuviéramos aun en febrero pero en clases, que parecíamos haber vuelto atrás en el tiempo, o principalmente que el sea mi compañero de curso en mi colegio actual, y que por algún motivo esté aquí, como si hubiera vuelto atrás conmigo, pero formando parte de la normalidad de esta ... ¿realidad?

    - Este no es nuestro colegio, y estamos en verano hueón.

    - Siempre hemos ido en el mismo colegio, y estamos en julio. ¿Que onda De Lefént, de nuevo estay tomando ron los domingos en la noche?

    - No hueón, te estoy diciendo que algo raro pasa, mira a nuestros compañeros, son personas de otros cursos y de distintos colegios, a algunos ni los conozco ... ¿julio?

    - Julio.

    Me quedé en silencio un rato, mientras escuchaba una clase que ya había escuchado años atrás, con el mismo profesor que por lo que yo recordaba, ya ni siquiera hacia clases en ese lugar.

    Esperé el recreo.

    Cuando salimos, me senté en una escalera con Axel. El guardaba un silencio típico en el, y yo pensaba en lo que realmente estaba pasando.

    - ¿De verdad que no notas lo que esta pasando? -le pregunté.

    - ¿Te estay volviendo loco?

    - Enserio -debí haber dejado notar la pena en mis ojos, porque la mirada de Axel cambio, y pareció tomarme en serio.

    - Bueno, supongamos que te creo, ¿que se supone que pasa, volvimos en el tiempo?

    - Eso creía, pero si hubiera vuelto sería solo, tu hubieras vuelto a otro lado, ademas, todo sería igual, pero no es así.

    Tome un respiro, Axel no dijo nada.

    - Nada parece tener sentido.

    - ¿Como si todo estuviera desordenado?

    Eso era, el tiempo estaba desordenado. Como si alguien hubiera tomado las mismas cosas de siempre, y las hubiera tirado para dejarlas tal como cayeron.

    - Me gusta como pien...

    Ya no estaba. Volvimos a estar en la sala, ahora el profesor era uno de mi colegio actual, Axel tenia una cara horrible.

    - ¿Que pasó? -dijo Axel, como si se hubiera percatado de lo que acababa de pasar.

    - Se desordenó de nuevo, pero esta vez fue mas brusco, no solo yo me di cuenta.

    - Debe ser un sueño.

    - Ya intente con esa mierda, no sirve, algo pasa y hay que arreglarlo.

    Salimos de la sala, a nadie pareció importarle. Afuera, todo era peor.

    IV.

    - ¿Te acuerdas de el?

    - Si -me dice, con unos ojos brillantes que aun no pueden admitir todo lo que por ellos veiamos-, salió de cuarto cuando nosotros íbamos como en sexto, cuando estábamos en este colegio.

    - ¿Y de ellos?

    - Salieron el año pasado, pero de nuestro colegio actual.

    Disfrutamos un rato sentados juntos. Si bien todo parecía volverse cada vez peor, era mas que un caos lo que nos rodeaba, nos vimos rodeados de nuestras memorias, de la gente que de a poco había aportado a irnos construyendo, de las risas, las peleas, los problemas, cada persona que aparecía y desaparecía a nuestro alrededor era un buen recuerdo, un minuto perdido en el tiempo que en este momento, parecía valer la pena encontrar.

    Pero no todo podía ser tan bueno. El que Axel se hubiera percatado de lo que estaba pasando significaba que las cosas se estaban desordenando mas y mas. La primera vez que ocurrió (cuando desperté), el desorden había tomado cierta coherencia: mis padres, las personas, Axel, nadie se percataba de lo que pasaba, para ellos esto era la realidad. Pero ahora, sea lo que sea que estuviera haciendo esto, no se había tomado la molestia de darle coherencia a lo que pasaba, quizás Axel y yo no eramos los únicos que se estaban dando cuenta de lo que pasaba, lo que solo podría terminar en confusión, y posteriormente, caos.

    - De Lefént ...

    Ahora estábamos en el casino, otra vez todo había sido arrojado al suelo, otro mundo se había creado.



    V.

    - Si, cambio de nuevo -le respondí.

    - Mira de nuevo, se esta poniendo feo.

    Muchas personas mostraban rostros de incomprensión, algunos gritaban pidiendo explicaciones, mientras otros de los que se acababan de percatar de lo que pasaba mantenían discusiones con los que aun no se daban cuenta.

    - Doy unos 10 minutos antes de que todos se pongan a pelear y quede la cagá, yo digo que nos vallamos -me dice Axel, con una sonrisa en la cara.

    - Si es que no cambia todo de nuevo en 10 minutos, y sobre irnos, ni cagando, siempre he querido ver una pelea en un casino, como en las películas gringas.

    Cuando las peleas ya se estaban armando, como en una especie de baile, todas las cabezas voltearon, las miradas se desviaron hacia las ventanas, y detrás de estas, el cielo se dejó ver.

    Un cielo de extraños colores, como un arco iris retorciéndose sobre si mismo, para después separar sus franjas en formas fantasmales que se espacian por el cielo.

    - Que mierda ... Axel...

    Pero Axel no estaba, ya ni siquiera estaba en el Casino, aparecí en el segundo piso.

    - Esta cambiando muy rápido -me dije a mi mismo, para después ponerme un poco triste, ahora si que me encontraba solo.

    Todos a mi alrededor se estaban golpeando. Eso es lo que pasa cuando la gente tiene miedo: busca a quien culpar. Nunca se intentan ayudar entre ella, ni intentan superar sus miedos, solo buscan a quien culpar, a alguien a quien golpear, como si entre sus golpes fueran a hallar alguna respuesta.

    - ¡De Lefént, ayudame hueón!

    Oí la voz de Axel desde atrás hacia mi derecha. Ni siquiera miré, solo corrí hacia esa dirección. Cuando estuve cerca de el, distinguí dos cuerpos peleando, el de Axel dándome la espalda. Lo tomé del cuello de su polera y lo corrí hacia atrás, aún no lograba ver el rostro del contrincante, pero mi puño ya estaba arriba, listo ... para hacer su mejor intento.

    Pero lo que vi fue mas fuerte que cualquier golpe que hubiera logrado dar.

    Era Axel.

    - Que ... ¿Axel?, pero...

    Mira hacia mi lado y ahí estaba Axel, y hacia el frente, una versión mas pequeña de el, mas joven, con un espíritu altanero, y sus mismos hermosos ojos. Pero estos diferían en algo: aunque igual de hermosos, se conservaban puros. No necesitaba hacer preguntas, esos ojos aun no contemplaban el dolor que habíamos vivido hace algunos años, aun no perdían su brillo.

    - ¿Tu crees que estamos en el 2009, cierto? -le dije al Pequeño Axel

    - Si ... ¿Como sabes?

    - Una corazonada. ¿Me reconoces?

    - Si ... pero te ves mas viejo.

    - Son solo unos años la verdad, pero si, ya me estoy poniendo viejo.

    El Pequeño Axel soltó una sonrisa que duró hasta que vio al Axel actual a mi lado, su cara se desfiguró, se transformó en miedo puro.

    - ¡¿Quien es el?! -dijo furioso el Pequeño Axel, lanzándose hacia Axel, intentando golpearlo, pero no con el fin de herirlo, sino como una persona tratando de alcanzar el arco iris, como una persona tocando un espejismo: intentaba saber si era real.

    - Calmate -mientras lo detenía entre mis brazos-, se que esto es raro, pero el es tú en el futuro, el tiempo se esta desordenando, algo extraño esta pasando pero debes calmarte.

    Siguió convulsionándose entre mis brazos hasta que pareció aceptarlo. No completamente convencido, pero eso ya no importaba, todo se estaba desmoronando, había que aferrarse a algo, y para el yo era lo único que tenía.



    VI.

    Nos encerramos en una sala. No iba a servir de mucho cuando el tiempo volviera a desordenarse, pero era lo mas seguro por el momento. Afuera todo eran peleas, y hasta se estaban formando bandos. El Pequeño Axel no era el único que estaba fuera de lugar, cuando me acercaba a la ventana podía ver cada vez mas "dobles" de tiempos pasado luchando con sus partes iguales actuales.

    Algo común entre estas peleas de "dobles" era que buscaban resolver quien era el verdadero, y por algún motivo, los del pasado les partían el culo a los del presente, y al ritmo que esto avanzaba, en unas horas todos serían reemplazados por sus temerosos y confundidos alter egos pasados.

    El pasado pateandole el culo al presente, quien lo diría.

    Mientras yo miraba por la ventana, los Axel conversaban, se daban consejos entre ellos, y el Pequeño Axel le preguntaba cosas al actual, casi en su totalidad sobre las mujeres que tendría en los años posteriores.

    Axel parecía tratar bien con su pasado. Quizá esa era la clave de todo esto, en lugar de golpearlo, ocultarlo y tratar de acabar con el.

    De pronto la tranquilidad de quebró, un cristal reventó, alguien intentaba entrar a la sala.

    - Mierda, ¿que hacemos? -pregunté sin saber a quien, solo deseando una respuesta.

    - No abrir -dijo Axel-, esos tipos tienen miedo, están confundidos, y si me ven a mi y a mi mini-mi, lo mas probable es que nos maten a ambos.

    - ¿Si salimos por la ventana? -dijo el Pequeño Axel.

    - Segundo piso, es mucho -dije- ... por la mierda, ahora este tiempo culiao no se puede desordenar.

    La puerta comenzó a moverse violentamente, no importa que hiciéramos, entraron.

    Ni siquiera se dieron el tiempo de mirarnos, solo nos golpearon. Una masa de gente golpeanonos. Intente mantener el conocimiento para ver que les pasaba a los Axel, pero por donde fuera que mirara salia golpeado. Recibí uno fuerte en el estomago y luego otro en la cara, al segundo siguiente estaba acostado en el pasto del patio, sintiendo aun el golpe que me acaban de dar.

    Se habia desordenado de nuevo.

    No tenia ganas de levantarme del suelo, y aunque las tuviera, tampoco tenia las fuerzas. Parecía como que ya nadie tuviera fuerzas, si el tiempo no se hubiera desordenado, de todas formas los tipos hubieran dejado de golpearnos. Ya ni de eso habían ganas, todo estaba desmoronado, el presente se había vuelto un ideal ingenuo, el futuro un sueño, y el pasado se había apoderado de cada rincón del mundo, reemplazándolo y dejándonos en un eterno atrás.

    Y pensar que ayer me encontraba tranquilo en la playa, fumando como un cerdo y borracho hasta no poder.

    Después de un rato logré levantarme. La cara me ardía por tantos golpes, y a la vez este mismo dolor me hacia levantarme. Hay algo en el dolor que nos hace mas fuertes, como si el dolor fuese una voz burlona que te pregunta con un tono chillon: ¿hasta donde puedes llegar?, y tu te levantas, con el cuerpo ebrio aun y el dolor palpitando en tu cuerpo, pero no te importa, quieres demostrarle que vas a llegar mas y mas lejos.

    Busque a los Axel, pero no los encontré, también me percaté de que las formas de las cosas estaban cambiando, los edificios se volvían amorfos, al igual que el suelo tomaba una consistencia casi gelatinosa. Esta vez si que la coherencia se había ido a la mierda. Lo mas probable era que el mundo solo soportaría desordenarse unas pocas veces mas, y luego ... luego nada.

    Seguí caminando y subí hasta un tercer piso que en cualquier momento caería sobre si mismo, una vez arriba, me apoyé en una baranda y observe el caos que había abajo, probablemente lo ultimo que observaría.

    De pronto escucho subir a alguien las escaleras. Era un profesor, uno al que le tengo bastante cariño. Llevaba un cigarrillo en la mano, en la otra un libro de clases, y la mirada completamente tranquila. Casi parecía que entraría a una sala a dar clases, como si nada estuviera pasando.

    Me acerque a el.

    - Profe.

    - ¿Si?

    - ... ¿Usted fuma?

    - Solo a veces.

    - Ah ... bueno no era eso, es que ...

    - ¿Si?

    Yo no me di cuenta, pero mi voz tomo un tono completamente infantil. Como la de un niño preguntándole a su padre que animal es ese, que dice en el letrero, o de que están hechas las nubes.

    - ¿Porque el tiempo se rompió?

    Y el casi sin pensarlo, respondió:

    - Supongo que es lo único que se puede esperar cuando no se avanza.

    Luego de decir eso se marchó, y yo me puse a pensar en la noche anterior.

    Como la pasé emborrachándome sin ningún motivo, para terminar durmiéndome solo. Eso hacia yo hace algunos años, me sentía mal, me emborrachaba, y me dormía, nada mas.

    Supongo que al volver a esas costumbres se podría decir que estaba dejando que el pasado volviera y se plantara sobre mi vida, y eso no era tan distinto, ni mejor, que lo que estaba pasando ahora.

    - Ya se que hacer.

    Me levante con mas fuerza, caminé hacia la sala que se encontraba al final del pasillo, y cuando abrí las puertas, una gran luz llenó todo, y me segó por completo.

    Cuando volví a abrir los ojos, el sol estaba dándome en la cara, la brisa del mar me enfriaba los pies, y yo descansaba sobre mi cama.

    Hora de levantarse, hay mucho por hacer.