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  1. Gugo.

    lunes, 19 de noviembre de 2012

    Fue hace un par de años, aunque también empezó hace algunos días.

    Partiendo desde atrás, fue en una banca fuera de un mall, una tarde linda que ya oscurecía. Acababa de perderla -si es que alguna vez la tuve-, y me sentía triste.

    Me senté en un columpio, y lloré.

    Quemé algunos cigarrillos, conté algunas estrellas, y lloré otra vez.

    Escuché una voz a la vez dulce y chillona:

    - Mami quiero un gugo.

    La madre no le quería comprar su jugo, y la sentó en el columpio que estaba a mi lado.

    - ¡Quiero mi gugo!

    La niña siguió gritando hasta que bajó del columpio, y comenzó a llorar, dando vueltas por todos lados. La madre me miró y me sonrió, yo le devolví la sonrisa.

    - Las leseras por las que lloran los niños -Me dijo, con un tono alegre mientras miraba a su hija.

    Yo me limpié la cara, dejé de llorar y me fui.

    Pocas veces volví a llorar, aunque incluso lo intenté. Manosee mis recuerdos, estrujé la memoria, exprimí cada fibra de mi corazón, busqué sentirme mal cuando debía, pero no pude, quizás, porque no había nada que exprimir.

    Ahora si, fue hace algunos días.

    Trabajaba de empaque en un supermercado, y a mi espalda, una niña lloraba por un helado. Entonces, el señor que pagaba miró la niña, y luego me sonrió a mi.

    - Los niños...

    Puse sus cosas en una bolsa y le dije:

    - Los niños lloran por cosas que pueden conseguir, mientras nosotros lloramos por lo que no podemos tener ... Al final, ¿quien es mas sabio? 

    El señor no supo responderme, me pasó 100 pesos y se marchó.

    Nunca nadie supo responderme.

    Y así fueron pasaron los años, y no lloré jamás. 

    Marcharon amigos, dolores, amores, y yo no dije nada.

    Como un tapón en las arterias, algo detuvo todo. Dejé lagrimas dentro, se fueron acumulando. Siguió pasando el tiempo, y yo me había vuelto un pozo séptico, llenándome de agua estancada, agua hedionda a mierda, agua que ya se había perdido.

    Pero al menos, era agua mía.

    Siguió pasando el tiempo

    Sigo sin saber que vale la pena.
    Sigo sin saber quien es mas sabio.
    Sigo sin saber donde está mi gugo.

  2. Caminar chueco.

    lunes, 22 de octubre de 2012

    Le echaba ketchup a una sopaipilla cuando escuché una voz a mi lado pidiendo una. De pronto, la misma voz extraña se dirigió hacia mi:

    - ¿Pásame la mostaza?

    Entonces lo hice, y al verlo, descubrí que era un signo de suma. Es decir; una cruz, una linea vertical sobre otra horizontal. Tenía dos pequeños y delgados brazos a sus lados y en su parte superior se distinguían dos ojos negros y una pequeña boca, de la cual ahora caía mostaza.

    - ¿Que, tengo algo raro en la cara? -me dice, un poco molesto por mi mirada, mientras le da un pequeño mordisco a su sopaipilla.

    - No, no -le digo, un poco avergonzado-, es que nunca había visto a alguien como tu.

    - ¿Como yo, así guapo y atractivo?

    - No, con ojos y boca y brazos ... no sabía que los signos positivos llevaran todo eso.

    - Es que cuando trabajamos nos ponemos de espalda po hueón, mira.

    Entonces el signo dio media vuelta, cruzó los brazos y se quedó completamente inmóvil.

    - ¿Veis?, paso piolita.

    - ¿Y protesta por qué?

    - ¿Como que por qué?, por las condiciones laborales po'. Es que a uno no lo pueden tener así, quietito todo el día, siempre recto, haciendo lo mismo hasta la muerte, sin opción.

    - ¿Es que no puedes hacer otra cosa?

    - No, yo ya estoy muy viejo pa eso. Recuerdo otros tiempos, cuando chico, soñaba con ser una resta. Quizás no para siempre, pero algún día si se daba, por qué no. Es que es difícil esta hueá de ser una suma, de ir siempre acumulando todo, haciendo todo cada vez mas grande y parte de lo mismo, las penas, el trabajo, los problemas. Siempre más, y más, y más...

    Se quedó en silencio durante un rato. Yo le eché un poco de mostaza en forma de espiral a mi sopaipilla, el siguió.

    - ¿A ti te pasa lo mismo, no? -me preguntó, con los ojos pesados y los brazos cayéndole por los costados- tu mirada ... no es la de un hombre joven. Llevas uniforme, a ti también te ponen quietecito, mirando hacia el frente, siempre hacia el frente, juntando cosas, haciendo siempre lo mismo hasta que te vuelvas polvo.

    - Bueno, supongo que si pero...

    - ¡Pero nada mierda!, nosotros podemos cambiar esto, quemar el sistema, matar a estos hueones, hacer todo mejor para los que son como nosotros.

    - ¿Y como somos nosotros?

    - Puta, nose, raros po, como que no calzamos.

    - Mmm ...

    - ...

    Mordí la sopaipilla.

    - ¿Realmente quieres cambiar? -pregunté, con la boca llena.

    - Cambiar, quemarme, empezar de nuevo ... como el Fénix.

    - Déjame ... permiso, déjame hacer algo.

    Lo tomé de sus extremos, lo levanté, y lo giré un poco, entonces lo dejé donde estaba.

    - ¡¿Que chucha hiciste?!

    - Te voltee, ahora eres una X, una multiplicación.

    Algo había cambiado. Sus ojos se abrieron hasta el límite, y junto con sus manos, recorrieron su cuerpo. Dio unos pasos torpes y volvió a donde estaba.

    - Eso si me cuesta caminar así, me quedan las patas un poco chuecas.

    Es que esa es la única forma de ser nosotros mismos, aunque sea difícil: caminando un poquito chueco -me dije a mi mismo.

    Me dio la mano, y se marchó. Yo pedí otra sopaipilla, y con el ketchup, le dibujé una sonrisa.

  3. Honestos.

    jueves, 20 de septiembre de 2012

    Claudio se levanta a las 6 de la mañana
    Bajo la ducha repasa su vida, su falta de sueños, su desamor
    Grita para pedirle una toalla a su esposa, y entre eso le dice que ya no la ama
    que se siente tan vacío como la enorme casa que compraron
    que se siente solo.

    Su esposa le pasa la toalla y le dice que ya es tarde
    que deben ir a trabajar,

    En una plaza, Gerardo mira las nubes con Verónica
    el le dice que la ama, que le encanta emborracharse
    que la hace falta un poco de marihuana, y que muere por tocar su cuerpo.

    Verónica llora y le dice que ella no es así
    que el representa todo lo que odia,
    que lo ama, y mantiene un llanto silencioso hasta que oscurece.

    Mientras toman once, Martín dice a sus padres que no los quiere
    que nunca ha sentido cariño por ellos, que quiere salir
    y que si tienen mil pesos.

    La madre guarda silencio, mira hacia abajo, buscando en el suelo algo
    que había olvidado, algo que había hecho mal,
    y manda a Martín a preguntarle a su padre por el dinero.

    De Lefént termina de leer un libro, y se sienta sobre la cama.

    "me siento solo", se dice.

    Prende el televisor, toma el joystick de su nintendo, y comienzan a sonar los botones.

  4. Los Hombres del Pantano.

    jueves, 13 de septiembre de 2012

                                                                                  I.

    Comenzaba a hacer frío, y la tetera parecía hervir mas lento que nunca, como sin ganas. Por otro lado, los cigarrillos parecían desaparecer cada vez mas rápido, junto con todo lo demás, pero esto lo había elegido yo, y en ese sentido, todo parecía estar bien.

    Tomé mi abrigo y salí de casa en dirección a cualquier lugar. A pesar del frío, el día parecía indicarme que algo iba a cambiar, que iba a estar bien, que encontraría algún trabajo y podría tener suficientes cigarrillos para lo que alcanzara a vivir: si, el viento lo anunciaba, algo venía.

    Resulto que no era mas que una lluvia de mierda, que me hizo equivocarme de micro por subir rápido, y luego de unas vueltas innecesarias terminé en El Pantano, una vieja ferretería que de alguna forma había terminado haciendo de bar, y donde yo buscaba algún caso interesante que resolver, algo que me moviera un poco.

    - ¿Lo de siempre Tegui?

    - Lo de siempre, Max.

    Max, era un buen tipo Max. Era de esa gente que cuando te encontraba vomitando en el piso esperaba a que estuvieras en condiciones de levantarte y solo entonces te echaba. Siempre me servía un vodka con tónica y pocas veces me hacía pagarlos. Siempre me cuestioné eso hasta que entendí que Max disfrutaba mi compañía, ambos estábamos solos en el mundo, el con su vida de cantinero del Pantano, desde hace mas años de lo que cualquiera quisiera recordar, y yo, con mi trabajo de detective que no iba a parar a ningún lado. 

    Mis 19 años tampoco ayudaban mucho al negocio, ¿quien le iba a encargar una investigación a un pendejo que con un poco de suerte logró terminar el colegio?. Mi cara ayudaba un poco, ya que tenía esa mirada adulta, ese rostro que tienen los que han sufrido, esas facciones configuradas por el dolor, y todo eso junto con mi altura podían llegar a dar fácilmente la impresión de que tenía unos 24 años. Sobre mi trabajo de detective no había mucho que decir. Había empezado hace casi un año, y si mis casos hubieran sido libros hubieran tenido títulos como "¿Quien arrojó mierda en una bolsa en halloween a la casa de la Sra María?", o "El caso del panadero que se tiraba a la esposa de Don Carlos", se entiende: los grandes casos, como casi todo lo bueno, no existían en la realidad.

    - Oye Tegui -dijo Max, desde el otro lado de la barra- puede que te tenga una pega, anda a hablar con el Gusano, algo tenía en su villa.

    El Gusano era un viejo borracho que pocas veces era visto si no era en El Pantano. Siempre alardeaba de haber formado parte de un frente revolucionario en la dictadura, y cada vez que llegaba alguien nuevo lo puteaba por unos dos meses, como lo hizo conmigo.

    - ¿Así que tienes algo para mi, Gusano Rojo?

    - Puede que si pendejo, aunque esto es algo grande, nada de andar buscando perros o bicicletas robadas. 

    Su aliento a vino tinto era una ráfaga horrible que podía convertir en mierda hasta a los diamantes. Probablemente, si es que eran verdad sus historias, hubiera bastado echarle el tufo a Pinochet para haberlo mandado con Don Sata.

    - Canta.

    - Tengo una vecina, la Claudia, una cabra bien rica que llegó hace poco, jovencita, como de tu edad yo 
    creo. La hueá que parece que anda buscando a un hueón, el ex o algo así, todos los días sale a cahuinear con las viejas esperando que aparezca algún dato, pero nada. Alguien le soltó tu nombre, dice que te puede pagar bien.

    Yo ya estaba un poco borracho, y no escuche mucho aparte de rica y pagar bien, pero con eso era suficiente. Tomé el vodka que quedaba lo mas rápido posible, y salí corriendo a casa, pensando en como sería la señorita Claudia, y en que las cosas no iban tan mal.




                                                                                  II.

    Al día siguiente me arreglé lo mejor posible, tomé mi abrigo, y me dirigí a la población del Gusano. Se llamaba la Aurora, y quedaba atrás de la villa en donde yo estaba viviendo, por lo que me fui caminando, esta vez con el tiempo de mi parte, y una brisa agradable que me recordó otros tiempos, antes de que todo esto empezara.

    Los rumores eran ciertos: el Gusano era alérgico al aire que no tuviera el olor a humo y fracaso que tenía el Pantano, y no era posible encontrarlo a la luz del día, ni siquiera en su zona. Camine unas horas esperando encontrarlo, y las pocas viejas que se asomaban me puteaban y me decían que me fuera. Cuando me decidía a irme, escuché un grito que venía desde unos metros atrás.

    - ¡Oye ahueonao!

    - ... 

    El tipo se acercó rápido. Era muy alto y delgado, por lo que daba la impresión de que en cualquier momento se iba a desmoronar sobre si mismo. Tenía una de las caras mas horribles que recuerdo, una mueca que lo empeoraba unos pantalones anchos que arrastraba por el piso.

    - ¿Si?

    - Desaparece de acá hueón -decía, mientras dejaba ver una cortapluma que llevaba escondida en el pantalón.

    - ¿Si no que?

    El tipo se me lanzó encima y dirigió el brazo con la cortapluma hacia mi estomago. Yo le tome de la muñeca y logré desviar el curso. Luego le mandé un rodillazo en la entrepierna y el tipo se retorció sobre si mismo, quedando en el suelo.

    Di media vuelta y me decidí caminar a casa cuando el cabrón se levantó y corrió directo a apuñalarme por la espalda. Entonces, una voz llenó el vacío de la calle, y el tipo se detuvo, quedando en una pausa misteriosa.

    - ¡Usted, venga!, ¿es usted el señor Tegui?

    Se asomaba desde la reja de una casa que estaba a unos metros de nosotros. Era una mujer joven, de tez blanca, con un cuerpazo que parecía todo lo necesario para pasar el invierno, y porque no, un tiempo mas.

    - Detective Tegui -corregí-, supongo que usted debe ser la señorita Claudia.

    - Así es, pase por favor.

    Mientras atravesaba la reja, vi al tipo que hace unos minutos intentaba matarme. Su mirada se había perdido pero seguía con los ojos sobre mi, o sobre la chica, o sobre algo que no estaba ahí.

    Una vez dentro, la chica me llevó por un comedor bastante vacío y cubierto de cajas de cartón llenas de cosas. Corrió algunas cajas que se encontraban sobre una mesa en la esquina, y se dirigió a la cocina a preparar unos cafés. Yo le pedí un té, me dijo que no había té, así que tomé café.

    - Entonces usted está buscando a un hombre, ¿no?

    - Así es, detective Tegui, esta es su foto -entonces colocó una foto tamaño carnet sobre la mesa, en la cual había un tipo con el pelo bastante corto y la cara de facciones duras y seria-, aunque no lo veo hace unos meses, por lo que quizás pueda tener barba o el pelo mas largo, se llama Roberto.

    - No se preocupe, con esto bastará. ¿Porque es que busca a este hombre, si se puede saber?

    - Eramos pareja, o eso creía yo. Un día se marchó, sin explicación, y según yo, sin motivo aparente. Usted debe pensar que soy una acosadora, pero no es nada de eso detective. Yo amaba a ese hombre, lo amaba de verdad. Una comienza a soñar y a hacer planes, a tener sueños, a hablarle como estúpida a ese hombre especial, y se marcha. Desaparece eso en lo que una se sostenía, y ya no hay nada, se nos muere el amor, nos cortan la luz, nos cortan el agua, sube el precio del pan, se nos escapa la fe.

    Ambos nos quedamos en silencio por lo que me parecieron horas. Reaccioné cuando escuché la lluvia golpear el ventanal. Un viento feroz había aparecido, y la lluvia caía con filo, desgarrando lo que encontrara a su paso. Me levanté y le prometí a la señorita Claudia que todo estaría bien y que le informaría en cuanto avanzara en el caso. Me pasó 200 mil pesos y me prometió pagarme el resto cuando estuviera resuelto. Nunca me habían ofrecido mas de 20. Debo haberme cagado encima, o al menos algo se me salió. Caminé contra el viento intentando encender un cigarrillo.



                                                                                   III.

    Como no tenía ni puta idea de por donde partir, me dirigí al Pantano a despejarme un poco. Pedí una botella de vodka para mi solo y coloqué 20 mil pesos sobre la barra. Max no se lo podía creer y comenzó a lanzar millones de teorías acerca de como los había conseguido, que abarcaban desde asaltos hasta narcotráfico. Cuando ya llevaba casi media botella, se nos acercó el Gusano.

    - ¿Como va el caso, pendejo?

    - Digamos que me faltan pistas. Solo tengo una foto y un cabrón que intentó matarme.

    - ¿Quien, el Cristobal?

    - No tengo ni puta idea de como se llamaba, no es que quisiera una segunda cita.

    - Un cabrón que parece arrastrar los brazos por el piso.

    Si, ese era.

    - ¿Que tiene el de especial?

    - Se supone que se tira a la Claudia, o eso es lo que se comenta.

    Me llevé la botella a casa y miré el techo sobre el colchón. ¿Era verdad lo de la señorita Claudia y el horrible Cristobal?, si era así, ¿porque dice buscar al tal Roberto y habla de el como si fuera el amor de su vida?, ¿porque ni siquiera se hablaron cuando ella me salvó de una puñalada en el culo?, ¿con que mierda me voy a tomar el vodka si no me traje la tónica?

    Me costó dormir, cerraba los ojos y se me venían miles de imágenes a la mente. Recordé la casa de mis padres,la ultima gran paliza que me dieron, recordé al viejo amigo que me consiguió esta casa vacía que tenían sus padres a la venta, recordé a la tía que me regaló el colchón, recordé el olor a humedad y luego me di cuenta que no era un recuerdo, que la puta casa se llovía, que los cigarros que habían en el suelo se estaban mojando, y que yo me estaba poniendo viejo.



                                                                                    IV.

    El día estaba nublado y el frío se mezclaba con una neblina espesa. La lluvia había decidido descansar y esto fue lo suficientemente estimulante como para lograr levantarme y partir hacia la casa de la señorita Claudia. Tomé una vieja manopla que me había llevado de la casa de mis padres, recogí los cigarros que habían sobrevivido a la noche, y salí a enfrentar al mundo.

    La Aurora tenía sus calles tan vacías como la primera vez. En una esquina que no había sido pavimentada se había formado un gran pozo de barro, parecía una enorme montaña de mierda y si un auto pasaba por encima lo mas probable es que no volviera a ver la luz del sol. Por algún motivo, me hizo pensar en El Pantano.

    La señorita Claudia me recibió alegre y me ofreció un café que nunca di señales de querer. Comenzó a hablar sobre algunas fotos de Roberto que me podrían ayudar y cuando se disponía a traerlas lancé mi pregunta:

    - ¿Señorita Claudia, que sabe de el joven que me atacó la otra tarde, el tal Cristobal?

    La chica se quedó petrificada un momento y se dirigió hacia la cocina a buscar algo que nunca llegó. Esperé unos minutos hasta que ella respondió.

    - Es un amigo, ¿porqué?

    - Señorita no nos veamos la suerte entre gitanos. Como usted sabe, yo soy el mejor detective que hay en la capital, y poco se puede esconder a mi increíble intelecto.

    - Esta bien -lanzó junto con un suspiro-, hace algún tiempo que salimos con Cristobal. No crea que soy una mala mujer, ni mucho menos hipócrita, pero es que como usted bien sabe a mi me rompieron el corazón, ni siquiera, me lo robaron, y lo dejaron quien sabe donde. Me sentía débil y caí en los brazos del Cristobal, a quien conocí en una reunión de amigos de la infancia que había tenido Roberto, el antes vivía aquí.

    - Señorita Claudia, es evidente que su horrible amante, Cristobal, fue victima de unos celos enfermizos, que lo llevaron a asesinar a Roberto con el objetivo de tenerla al fin entre sus brazos, y por triste que parezca, parece que lo ha conseguido.

    El rostro de la señorita pareció derrumbarse por completo. Se puso roja, no se si de vergüenza o de ira, y guardó silencio. Cualquiera que hubiera visto ese rostro, sabía que gritaba por dentro.

    - No, es, es imposible, Cristobal no se atrevería. Anda con su cortaplumas y se cree el cuento, pero no lastimaría a nadie, es un pendejo imbécil. Yo estoy segura que tiene que ver con su padre.

    - ¿El padre de Roberto, que tiene que ver?

    - Como le dije recién, Roberto solía vivir aquí con su padre. El nunca me contó mucho, pero siempre me dejó claro que odiaba a su padre y su pésima relación terminó en que Roberto se fuera de la casa y entrara en el servicio militar. Su padre le dijo que si un día volvía a este lugar lo iba a matar. Eso fue hace un año, cuando vinimos a visitar a los amigos de Roberto, unos meses antes de que el desapareciera. He intentado descubrir quien es el padre de Roberto, pero estas viejas de mierda me tratan con tanto cariño como a usted, y no he logrado llegar a nada.

    Tenía dos teorías que parecían bastante concretas, y esto me hizo sentirme como una mierda. Un sospechoso quería matarme y del otro no sabía absolutamente nada, ademas de que era un viejo ya mayor. Estaba perdido de nuevo, no tenía ninguna dirección en la que ir y como descubriría después, el café me había producido una cagadera horrible.

    Cuando llegué a casa no me molesté en prender la luz. Me lancé sobre el colchón y no pensé en nada. Esa noche no hubieron ni cigarrillos, ni vodka, ni nada, solo oscuridad, y un olor a mierda que flotaba como neblina.



                                                                                 V.

    Como tan hueón no soy, le pedí a la señorita Claudia la dirección de el amigo de Roberto, el cual era conocido como el Sala, un hueón de unos 30 años, comunista a cagar y eterno enemigo de un sistema que ya nos había matado a todos.

    Su casa quedaba unas cuadras mas allá que la de Claudia, y cuando le expliqué que me encontraba ahí para investigar la desaparición de Roberto, su rostro pareció despertarse y me invitó a pasar rápido. En los muros habían pegados posters del Che y de Victor Jara. Nos sentamos en un incomodo sillón frente a una mesa donde colocó dos vasos de ron.

    - Tu no erís paco, ni de la PDI, se te nota en la cara, ¿porque estay buscando al Roberto?

    - Soy detective, un cliente me pidió que descubriera el paradero de tu amigo.

    - Mira -decía antes de detenerse por un sorbo de ron-, el Roberto desapareció, no hay rastro de el. Era uno de mis mejores amigos, pero nos abandonó a todos. A su mina, a mi, a su padre.

    - ¿Que pasó con su padre?, tengo entendido que incluso lo amenazó de muerte.

    - Si, las viejas batallas, así eran Roberto y su padre. El viejo era amigo de mi padre, a los dos los habían torturado en la dictadura. Con el Roberto crecimos así, en este ambiente, las luchas de nuestros padres se volvieron nuestras luchas, sin perdón ni olvido decía mi viejo, y para eso era necesario que los jóvenes mantuvieran viva la memoria. Pero Roberto se desvió. Cuando tenía unos 18 me declaró que le importaba una mierda el comunismo y todo lo que tuviera algo que ver. Enfrentó a su padre y este lo echó de la casa. Hace casi un año volvió a visitarme y nos reunimos todos los que alguna vez vivimos por estos lados, desde entonces que no se nada de el.

    - ¿Y el padre de Roberto, sigue por aquí?

    - Escucha, no se que mierda habrá pasado, no se si el viejo lo habrá matado, pero lo cierto es que a un compañero no se le traiciona, y yo ya he dicho mucho. Ahora vete, por favor.

    Camino a casa pensé en que todo se había revuelto mas y mas. Cada vez que creía sacar algo a la luz llegaba algún cabrón y le tiraba una piedra al foco. No tenía nada mas que hacer, me fui al Pantano.

    Max me preguntaba por que la cara de mierda, yo me limité a responderle "la vida". Ese día los borrachos parecían mas felices que nunca, y la sensación de que ni siquiera ahí encajaba era mas fuerte que la borrachera.

    - ¿Quien mierda no deja de gritar?

    - Es el Gusano -dijo Max- está contando sus historias de la dictadura con mas pasión que nunca. Ni siquiera son las mismas de siempre, es como si de la noche a la mañana hubiera recuperado toda la memoria que el vino le ha ido arrancando con los años ... o esta inventando mierda como siempre.

    Entonces me prendí, me envalentoné, empiné el vaso y me levanté en dirección al Gusano.

    - Tan feliz, viejito.

    - Claro pendejo, sigo vivo -respondió, con una sonrisa, y brindando junto con los viejos que lo rodeaban y escuchaban.

    - Lo extraño es que después de meses de escuchar tu mierda llegas con todas estas historias nuevas, como si de pronto hubieras recordado todo, como si alguien te hubiera refrescado la memoria.

    - ...

    - Como si alguien te hubiera ido a advertir algo, ¿me equivoco Gusano Rojo?

    - No se de que mierda me estay hablando- su sonrisa se apagó, su cara se volvió una arruga gigante, y los viejos comenzaban a mirarme con rabia.

    - De la visita del Sala, de tu hijo Roberto.

    El Gusano se levantó bruscamente y rompió una botella de vino contra el mesón. Me puso contra el muro y coloco el vidrio roto sobre mi cuello, acercando su rostro al mio, mostrando sus dientes ennegrecidos de vino, aplastándome con su aliento a mierda.

    - Mira culiao, aquí no se dice ese nombre. Yo no le hice na' a mi hijo, nunca le haría nada. A pesar de que nos traicionó a todos, a pesar de que se fue, a pesar de que abandonó a todos, yo no he hecho nada conchetumadre.

    De pronto toda la rabia del gusano se fue, o se transformó, y el Gusano cayó sobre una silla, perdido en sus recuerdos, intentando comprender porqué su hijo lo traicionó, porque no lo quería, porque era milico, porque nadie sabía donde mierda estaba.

    - Pensé que lo ibai a poder encontrar, que algo ibai a descubrir, por eso hice que le llegara el dato tuyo a la pendeja. Pero da lo mismo, si nada se sabe de el es por algo, esta muerto pa' mi, lo ha estado desde el momento en que nos dio la espalda a todos.

    Un silencio desesperante se mezcló con el humo que flotaba por El Pantano, y me di cuenta que tenía que irme, que no debía estar allí. Me pasé la noche caminando por mi villa antigua. No quería llegar a casa, sabía que si llegaba no podría dormir. Comencé a pensar en Roberto, en como era un ejemplo de que mientras mas te imponen algo mas terminas amando lo contrario. Si nos obligaran a beber y tener sexo todo el día, la sobriedad y la abstinencia se convertirían en un placer. Pero nadie parece entenderlo, ni el Gusano, ni mis padres, ni el mundo.

    Fumé todo lo que me quedaba y cuando eran ya casi las 5 de la mañana la lluvia me hizo volver a casa.



                                                                                    VI.

    Eran ya casi las cuatro de la tarde y yo no me había movido. Pensé en llamar a la señorita Claudia y decirle que hasta aquí llegaba el caso. No quedaban pistas, no quedaban sospechosos, y no me quedaban fuerzas. Pensé en esto mucho rato, mientras revolvía mi mente intentando encontrar algo que me ayudara a levantarme, a despegar el culo del colchón. Si, era el fin, estaba jodido. Me quedaría sobre este colchón esperando que la muerte me viniera a buscar. Cagaría aquí, fumaría aquí, moriría aquí.

    Cerré los ojos, y entre sueños, vi la cara de mis padres.

    No, a la mierda, no iba a quedarme aquí, no iba a morir, no me iban a ganar.

    Algo no encajaba, ¿porque el idiota de Sala no odiaba a Roberto?, todos odiaban al maldito desaparecido, ¿porqué a el le importaba?. Me mojé la cara, me puse mi abrigo, preparé mi manopla y mis cigarrillos, ¡este era mi día, hoy se cerraba el caso y yo sería el mejor puto detective del mundo!

    No había nadie en la casa del Sala, ahora si que no sabía que hacer. Me quedé horas bajo un árbol intentando que la lluvia no me mojara por completo, pero llovía como si todos los ángeles se hubieran puesto de acuerdo para mearme encima. Una vieja sintió pena por mi y me invitó a pasar a su casa, yo me negué y le dije que esperaría ahí.

    - Salió el Sala, no se a que hora vuelva.

    - ¿Y sabe donde fue?

    - Parece que a la municipalidad, hace tiempo que viene alegando por el pozo gigante que se arma en la esquina, ahí donde se llena de barro. Parece que mañana cuando ya se haya ido la lluvia lo van a pavimentar. Tanto hueveo hasta que la consiguió.

    Eso era.

    Corrí, corrí como nunca antes había corrido. Corrí mas rápido de lo que todos mis profesores de educación física intentaron obligarme a correr, corrí mas rápido que cuando escapé de la casa de mis padres, mas rápido que cuando tuve que robar comida del super, había corrido toda mi vida, pero esto era distinto, hoy sabía donde llegar.

    Llegué donde la señorita Claudia, le dije que fuera a el pozo de la esquina y que me esperara.

    Fui lo mas rápido posible al Pantano y una vez dentro grité:

    - ¡Levantense viejos culiaos, vallan a buscar una pala y todos al pozo de La Aurora!

    Cuando llegamos ya se estaba oscureciendo, y la lluvia nos caía cada vez mas fuerte. Todos comenzaron a cavar, a intentar sacar el barro de cualquier manera posible. Nadie entendía mucho que pasaba, pero todos estaban ahí, los borrachos, las viejas de mierda, los flaites, Max, Claudia, el Gusano, todos. Algunas viejas sacaban baldes y echaban barro y lo arrojaban fuera. Otros viejos llegaron con camionetas y echaban el barro en la parte trasera y se lo llevaban lejos. Cada vez llovía mas, cada vez nos hundíamos mas.

    Este es el verdadero pantano- pensé.

    De pronto, sentí un golpe que podría haber sido el ultimo. Una pala me había dado en toda la espalda. Caí al barro y comencé a ahogarme. No podía pararme, estaba demasiado aturdido y probablemente había vomitado bajo el barro, si es que eso era posible. Sentí un tirón en la espalda y volví a disfrutar el aire, el barro resbaló despacio por mi cara y cuando pude ver me encontré frente al cabrón del gusano, con la pala que me había noqueado en una mano y sosteniendo mi cuerpo con la otra.

    - ¿Que mierda te pasa, que puto show estay haciendo? , ¡déjame tranquilo hueón, desaparece!- Gritaba el Gusano, con los ojos rojos y unas lagrimas que no se dejaban intimidar por la lluvia.

    - El Sa ... el Sala .... el Sala.

    - ¡¿Que hueón que?!

    - El Sala ... ¿hace cuanto que está intentando tapar este pozo?

    El Gusano dejo caer la pala y sus ojos se hundieron.

    - Un ... un año, hace un año ... desde que desapareció el Roberto.

    Una pala golpeó algo, y todos miramos.

    Toda la gente se acercó a el lugar desde donde se había oído el sonido. Unos baldes fueron los que sacaron el poco barro que quedaba sobre los restos. Cuando encontraron los huesos de una pierna humana, hasta la lluvia pareció guardar silencio. Las horas se encargaron de hacer aparecer todos los huesos de Roberto.

    Nadie llamó a la policía. Creo que no era necesario, no es que pudieran hacer algo. Cuando fueron a buscar al Sala este había desaparecido y su casa era un desastre, debido al escape veloz que tuvo que realizar. Los vecinos de La Aurora organizaron un velorio en la casa del Gusano, que resultó estar a unas pocas casas de la señorita Claudia. Se llenó de velas y arreglos florales, el Gusano se acercó a darme las gracias, la señorita Claudia no dejaba de llorar.

    Aparentemente, Roberto se había convertido en un facho de mierda en su paso por la escuela militar. Cuando fue a visitar a sus viejas amistades, a reencontrarse con su mejor amigo el Sala, las cosas no funcionaron. Eran polos opuestos, y como bien sabía Sala, en la Aurora no había perdón ni olvido. Con el paso de los días la gente fue soltando cosas. Roberto fue a visitar mas de una vez al Sala, y tuvieron fuertes discusiones. Un día el Sala no soportó mas al que una vez fue como su hermano, y lo mató de un tiro en la sien, el cual se pudo corroborar con ver el cráneo. Luego lo enterró en el único lugar donde podía e hizo lo posible por pavimentar, y la ineficacia de la municipalidad terminó por arruinar su plan. Enfermamente irónico.

    Una semana después, la señorita Claudia me dio las gracias y me pagó la otra mitad. Me dijo que podía pagarme de por vida si es que encontraba al Sala. Yo le dije que no, que las batallas del pasado habían matado a Roberto, y que al igual que a el, había que enterrarlas.

    Llegué al Pantano y Max se acercó:

    - ¿Lo de siempre Tegui?

    - Lo de siempre.

    Cinco vasos de vodka, y todo parecía estar perfecto. Me pregunté cuanto duraría esto, cuando se acabaría el dinero, cuando volvería la puta lluvia.

    Quizás mañana lo piense, ahora, todo parecía estar bien.

  5. Fin.

    viernes, 7 de septiembre de 2012

    No soy escritor. Nunca creí serlo, y tampoco creo que alguna vez lo sea.

    La verdad, es que ni siquiera recuerdo como partió esto, solo se que estaba solo, y las cosas que tenia que decir -o sentía que decir-, eran bastante confusas, tristes, y por no darle pena a nadie, empecé este blog, que ahora, al final, veo como una caja de decepciones, de ideas que no van hacia ninguna parte, y que al abrir deja salir una ráfaga fría y desalentadora.

    Tampoco fue siempre así. Hay cosas que fueron hechas con amor, ese amor que ahora comprendo como lo que uno hace con verdaderas ganas, pero duró poco, y tratar de hacerlo ahora me parece inconsecuente.

    Cuando mi amor por la literatura comenzó a crecer, deje de ver esto como algo que era solo para mi, y es que al darme cuenta de como había gente que escribía solo por decirle algo a los demás, para los demás, para intentar darles algo bonito, o hasta horrible, pero sincero, empecé a hacer lo mismo, a mostrar mis textos, y tuve la esperanza de que a alguien le sacaran una sonrisa, que mis cuentos pudieran ser algo en que creer.

    Lo cierto es que a día de hoy, ni yo creo en lo que escribo ... ni en mi.

    Y es que me siento falso, flojo, torpe, inútil, y lo que me queda de alma no me deja escribirles que hagan cosas por los demás, que sean honestos, que salven al mundo, cuando yo jamas he hecho esas cosas.

    Puede parecer que esté dando pena, pero es que pena es lo único que llevo a dentro, y por lo tanto, lo único que puedo dar.

    Perdí la fe, y en buen chileno, hasta aquí llega la cosa.

    Gracias a los que estuvieron, a los que preguntaron si es que había subido algo nuevo al blog, a los que lo leyeron sin jamas decírmelo, y a los pocos que de verdad creyeron.

    Nos vemos.

  6. Desmentidos.

    martes, 24 de julio de 2012

    Hace algunas semanas recordaba a una amiga que cuando miraba al cielo siempre decía distinguir planetas, lo que a su vez, me llevó a recordar a Plutón, ese pequeño planeta que desde hace un tiempo dejó de ser planeta, según muchos científicos que no conozco.

    Fue así que, de recuerdo en recuerdo, inicie una búsqueda de cosas con las que yo había crecido, pero que la ciencia había desmentido.

    Entre las cosas que encontré (como el descubrir que jamás se ha encontrado un cienpies con mas de 91 patas, lo que terminaría arruinando el chiste de Salinas y "que bonitas piernas"), la que mas me sorprendió, y que hasta pareció dejar un vacío en ese rincón donde guardo lo poco que recuerdo de pequeño, fue el enterarme de que el Triceratops nunca existió. Es decir, existió, pero no como una especie, si no como una etapa adolescente o en crecimiento de otro dinosaurio, el Torosaurus. Luego de leer eso, me quedé unas horas frente al computador. Debe ser terrible que en el futuro nos desmientan.

    O incluso que nos desmintamos nosotros mismos, como esa gente vieja que al hablar de todas esas cosas en que alguna vez creyeron, o en esos amores que perdieron, se refiere a ellas como "tonteras" o "cosas de cabros chicos", o simplemente a desvalorar y succionar la sangre de esos recuerdos que alguna vez fueron motor para el alma, y que nos hicieron sentir de verdad, pero que con el tiempo intentamos dejar de lado, buscando protegernos, y ocultando lo importante que algún día fueron.

    Y es que puede ser mas difícil no desmentirnos, y hasta una exposición directa al dolor, pero no me gustaría que alguien a quien hoy amo, dijera en unos años que esos sentimientos eran cosas de niños, mientras abraza a su esposa y alimenta a su perro (o alimenta a su esposa y abraza a su perro).

    ¿Se imaginan yo en unos años vestido de terno y con maletín, leyendo el blog y pensando que todo fueron estupideces e idealismos de un adolescente?, ¿no sería como arrojar el corazón a un pozo, como arrancarnos la carne y dejar la piel hueca, y decir que maduramos?

    Es por eso que cada día intento un poquito (aunque sea a pasos de bebe), ser un poco mas fuerte, y tratar de conservar eso que la gente, con cariño, reconoce como yo, para seguir siendo un Cienpies, sin importar cuantas patas me haya arrancado la vida.

    Y cuando cierro los ojos, puedo ver Plutón, y es un planeta hermoso, lleno de Cienpies, Triceratops, y amores para siempre.

  7. A Sandra no le gustaban las jirafas.

    lunes, 23 de julio de 2012

    - A mi no me gustan las jirafas -dijo Sandra, desde el rincón donde disfrutaba su taza de café.

    - ¿Y porque no? -pregunté.

    - No se, simplemente no me gustan.

    - Está bien, de todas formas los animales nunca harán nada por ti.

    - No, no se trata de eso, no es algo contra los animales si no que con la jirafa en especifico, es como que me produce algo ...

    - ¿Qué cosa?

    - Desconfianza, tal vez.

    - ¿Por qué, tienes miedo de que te escupan?, yo estoy seguro de que cuando chico me escupió una en el zoológico, pero nadie me cree.

    - No no es eso ... son sus patas, osea, sus patas respecto a su cuello.

    - No entiendo.

    - Eso de que sus patas sean tan delgadas y su cuello tan grande y grueso, me da la sensación de que en cualquier momento se va romper, de que esas pequeñas patas no se pueden el resto del cuerpo, que se quebrará y la jirafa terminará doblándose sobre si.

    - ¿Como cuidar una pirámide de naipes y sentir que a cada momento va a desplomarse?

    - Exacto.

    Después de eso ya no fue necesario preguntarle a Sandra por que se encontraba sola en este lugar, o por que abandonaba a cada hombre que le entregaba cariño, o simplemente por que el paso de los años le iba arrancando amistades a ritmo despiadado.

    Y tampoco había que reprocharle, pues es cierto (y creo que aceptado por la mayoría) que todos llevamos en nosotros, en algún punto de nuestra vida, unas patitas de jirafa.

    Nos sentimos débiles, que fuimos mal hechos, que mantenernos en pie no es una opción, y parece como si la vida no fuera mas que esos cortos momentos que vivimos entre caída y caída.

    Quizás hablo un poco de mi.

    Pero lo cierto, y hasta medio cursi, es que por mucho que nos sintamos tan débiles como una jirafa, una pirámide de naipes, o un amor de verano, no lo somos.

    Somos tan fuertes como queramos, solo hay que abrazar al miedo, y hasta tomarle un poco de cariño, al polvo que mordemos al caer.

    Y lo que nunca le dije a Sandra, es que a mi tampoco me gustan las jirafas, y no es porque me haya escupido una en el zoológico, si no por que lo que realmente me aterra, es que un ser tenga tan lejos el cerebro del corazón.

    Si, disculpen, quizás hablo un poco de mi.

  8. Mas carbón y menos diamante.

    miércoles, 4 de julio de 2012

    Encuentro una caja en el closet de mi madre y la abro.
    Fotos de vacaciones que no recuerdo, papeles con números que no me molesto en descifrar
    e informes.

    Informes de personalidad y notas que año tras año mi madre guardó
    esperando que alguna noche hacia el futuro fueran una anécdota graciosa
    o algo que contar en la mesa.

    Así descubro que los resultados fueron casi siempre los mismos
    notas promedio, actitudes marcadas con letras según cuanto las practicara
    y unas frases al final.

    "De Lefént es un niño con un gran potencial, pero le falta desarrollarlo"
    "Un joven con muchas ganas y creatividad, pero no las aprovecha"
    "Muy inteligente, pero falta esfuerzo"
    "Un diamante en bruto"

    Leo cada hoja, y tras 12 años de educación escolar, así me define el mundo:
    un diamante en bruto.

    Y la verdad fueron varios, los que llamaban a mis padres para decirles lo mismo.

    Monica, Pato, Hector, un gordo que no recuerdo, Andres, Iris,
    Profesores que intentaron sin frutos, convertirme en diamante.

    Pero yo no quiero ser un diamante.

    Nadie tiene que ser un diamante
    ¡No seamos diamantes!

    Que no nos presuman ni nos hagan objetos
    Que no nos digan que valemos mas que otro
    Que nadie nos amarre a una cadena y nos lleve colgando al cuello

    Seamos carbón, y queramosnos así
    Es que el carbón solo no vale nada, pero juntos movemos hasta trenes.
    Y porque no, mover algo mas.

    Y claro, tal vez terminemos quemados
    Sucios, calcinados, hechos polvo
    Pero juntos.

    ¡Que le demos calor a los otros!
    ¡Que no nos pongan en vitrinas!
    ¡Que tengamos valor y no precio!

    Y que nunca, jamas, nos amen por nuestro brillo.

  9. Liebrefént y la Tortuga.

    martes, 29 de mayo de 2012

    Un día como cualquier otro, una liebre conocida como Liebrefént, daba un paseo por el mundo de los animales.

    Se acercaba a El Árbol, un terreno verde donde en el centro se imponía un gran roble, y todos los animales se reunían. Cuando llegó, se encontró con su amigo Mono (un mono) a lo que este le pasó un cigarro con la cola y juntos se sentaron a disfrutarlo.

    - Mira -dijo Mono-, ya viene este hueón.

    Era Tortuga (una tortuga), que siempre presumía su perseverancia y constancia para hacer las cosas.

    - Pero si no son mis flojos amigos -le digo Tortuga a Liebrefént y a Mono.

    - Pero si no es la aburrida tortuga.

    - ¿Les mostré el promedio que saqué en recolección de frutas avanzada, no?, fue el mejor de la clase. Deberían esforzarse mas, chicos. Siendo constantes y a paso lento pero seguro, se pueden lograr muchas co...

    - ¡Fome el hueón! -gritó Liebrefént.

    Así, se fue armando una discusión entre Liebrefént y Tortuga, y todos los animales formaron un circulo esperando que en algún momento comenzara la pelea.

    - Mira -dijo Tortuga- ¿que tal si hacemos algo para comprobar quien es el mejor ... algo como, una carrera?

    Las risas se elevaron hasta las ramas mas altas del roble, y las hienas casi sufren un colapso.

    - Está bien, la haremos mañana, desde El Árbol hasta la piedra gigante que se encuentra junto al lago.

    Los animales se dispersaron, la carrera quedó definida para las 12 en punto y Liebrefént se fue a recoger algunas frutas que sus amigos los elefantes habían dejado fermentar hace unos días, y así consiguió alcohol para la fiesta con las jirafas.

    Cuando el sol se encontraba en el lugar indicado, los animales se reunieron en torno al roble esperando que comenzara la carrera. Las gallinas preparaban las casas de apuestas, las jirafas cobraban a las ardillas y a los monos para posarse en su cuello y tener una vista privilegiada, los elefantes se encargaban de la venta de bebidas alcohólicas, pero Liebrefént no estaba por ningún lado.

    Casi una hora mas tarde, Liebrefént apareció, caminando un poco chueco y con unas enormes ojeras.

    - Sorri cabros, la caña.

    Una zorra tomó la bandera para dar inicio a la carrera, los corredores se pusieron en sus marcas, y entonces comenzó.

    Los animales se volvieron locos alentando a los corredores, y a modo de burla, Liebrefént avanzaba mucho y se recostaba en la hierba a descansar, mientras Tortuga mantenía su paso lento, confiando en su capacidad. Liebrefént repitió el truco varias veces, y cuando ya estaba a un pequeño tramo de llegar a la piedra y ganar la carrera, se recostó a la sombra de un árbol y durmió.

    El resto todos los sabemos.

    Tortuga ganó la carrera. Los animales lo tomaron y lo elevaron por los aires mientras ella sostenía su enorme trofeo dorado, y de fondo, se escuchaban los gritos de alegría de las tortugas y los caracoles, que aclamaban a su nuevo héroe.

    Sobre Liebrefént, el se quedó bajo el árbol. Su amigo Mono le ofreció otro cigarrillo y le dijo que lo sentía, pero Liebrefént lo interrumpió diciendo que no había nada que lamentar. Entonces Liebrefént se puso a pensar en Tortuga. Lo vió graduándose como el mejor de la clase, luego sacando un titulo, también con un traje de gerente, siendo dueño de alguna empresa de recolección de frutas, esclavizando algunos monos.

    Vio el trofeo.

    Pensó en la cobardía de la Tortuga. En como jamas se había salido del camino que le señalaron, como nunca tropezó ni sentido dolor, pensó en que nada que termine con un trofeo puede tener verdadero valor, y que la gente que se mueve por trofeos, tampoco.

    Una ultima vez, pensó en Tortuga. Pensó en su caparazón, en como este le impedía echarse de espaldas en la hierba, y disfrutar el brillo de las estrellas

    Y es que es hasta triste pensar, en que hay seres que no pueden ver ese brillo, el de verdad, y aun mas triste, es pensar que nunca lo encontraron entre sus trofeos.

  10. El niño que dibujaba ojos.

    sábado, 19 de mayo de 2012

    Solía dejarles algunos ejercicios en la pizarra y luego se sentaba a leer algún libro que encontrara en la biblioteca, lamentando el que ya no se pueda fumar en la sala. Si bien, el era joven y no había alcanzado a enseñar en esos días, le parecía una forma perfecta de bajar el stress y aminorar las ansias de arrancar del salón en esos momentos donde los gritos parecían rebotar en los muros y reventarle en la cara.

    - Profe Carlos -dijo la voz chillona de una alumna en el medio de la sala- ¿puede venir un poco?

    Aunque Carlos no solía levantarse a resolver las dudas de sus alumnos, el 7º básico era uno de sus cursos favoritos (el menos ruidoso), por lo que fue en la ayuda de la pequeña chillona, y a la vuelta le llamo la atención algo. Luis, un chico grande de mirada agresiva, dibujaba en la mesa.

    Caricaturizados, realistas, pequeños puntos, simples círculos ... habían de todo tipo, pero cada uno de ellos era perfectamente reconocible: eran ojos.

    Desde la altura de Carlos, todos esos ojos parecían mirarle, y en lo que parecía ser la pupila de uno, Luis dibujaba un espiral perfecto, que parecía no terminar. Su mirada intimidante se perdía en ese pequeño ojo que dibujaba, y a Carlos le daba una sensación extraña, de como sus ojos -los de Luis- se perdían en otros ojos, como un tornado perdiéndose en un huracán.

    Y claro, el hecho pudo haber quedado en una simple anécdota, algo que contar en la sala de profesores, e incluso pensó en incluirlo en una lista de cosas extrañas que hacían sus alumnos, pero cuando los dibujos tomaron verdadera importancia, fue cuando revisaba las ultimas pruebas de geometría. La mañana del lunes, Carlos llamo a Luis a acercarse a su escritorio.

    - Luis, ¿ocurre algo?

    - No, ¿porque? -su voz era profunda y tenía una fuerza que parecía intimidar a Carlos, dejándolo pequeño, y dando la impresión de que el era el que estaba siendo interrogado.

    - Es que en tu ultima prueba no respondiste nada ... bueno, la verdad eso resulta una normalidad en la mayoría del curso, pero tu llenaste todas las paginas de ...

    Sacó la prueba de su mochila, y una criatura de mil ojos que alguna vez fue un papel apareció. Estaban increíblemente detallados, y la forma en que parecían mirarlo directamente le parecía a Carlos algo monstruoso, y la guardó lo mas rápido posible.

    - Me gusta dibujar, no sabía que responder ... eso.

    - Esta bien, vuelve a tu asiento.

    Esa noche, cuando llegó a casa, se desabrochó la camisa y prendió un cigarillo. En su cara se dibujaba el peso del día, y también se deja ver algo, esa preocupación que le dejó el tema de Luis y los ojos.

    - ¿Pasa algo, cariño? -le dijo su esposa desde la habitación-, estás muy callado.

    - No nada, es que ... hay un chico en el colegio, el...

    - ¿Se porta muy mal?

    - No, no, la verdad es muy tranquilo, es que dibuja todo el día, y sus dibujos...

    - Está bien, el colegio no es solo pruebas y números, los niños deben desarrollar habilidades artísticas, lo que pasa es que tu eres demasiado cuadrado ... ¿puedes poner la mesa?

    Carlos se quedó en silencio, e hizo lo que le pidió su esposa.

    La situación se volvió a repetir y con el paso de las semanas otros profesores le comentaron a Carlos que Luis hacía lo mismo en todas las materias, y que lo mas probable era que esto terminara en repetir el curso. Fue por esto que no le quedó otra opción que llamar al padre de Luis para comunicarle la situación, pero fue su madre quien llegó.

    La mujer le decía que su hijo era un buen chico, que en casa no hacía ruido y ayudaba mucho, que no entendía que le pasaba y que si era necesario, pagaría un sicólogo.

    Y claro, no era que Carlos no creyera en las palabras de la mujer, pero la forma en que Luis mantenía la mirada baja durante la entrevista, daba la sensación de que no se percataba de que se hablaba de el, lo que a su vez, daba la seguridad de que el verdadero problema ni siquiera había sido abordado.

    Una semana después, Carlos entraría a la sala y se encontraría con una bestia desatada. Luis golpeaba bestialmente a otros dos alumnos, y mientras Carlos lo tomaba por la espalda y lo llevaba fuera del salón, el seguía golpeando, como si eso que verdaderamente golpeaba, aún siguiera en pie.

    Resultó que mientras Luis dibujaba, los otros dos lo molestaban y le arrojaban cosas, pero el no parecía percatarse. Así, motivados por esa falta de atención que Luis les daba, por eso mismo que todos hacemos locuras alguna vez, le arrancaron las paginas a sus cuadernos, las hicieron pequeños pedacitos, y las arrojaron hacía arriba, llenando el salón de pequeños ojos que miraban a todos en todos los ángulos, como un Gran Hermano de papel que paralizó el tiempo un instante.

    Luego se desató la bestia.

    Afuera, Luis seguía golpeando al aire, y mientras Carlos intentaba calmarlo, un golpe le llegó en el estomago y un grito de verdad, de esos que vienen desde cada una de las células que componen el corazón, viajando por las venas hasta reventar en los labios, salió:

    - ¡Mireme, mireme mierda!, ¡por la chuca mireme, mireme, mireme!, ¡mireme!

    Y así, la intensidad de los golpes, así como la de los gritos, fue disminuyendo, hasta que sus brazos cayeron desplomados a su costado, débiles como bolsas llenas de agua, y sus gritos se apagaron, volviéndose un pequeño murmullo que solo el silencio puede escuchar.

    Carlos tomó la cara del chico y lo miró a los ojos, y en esos ojos, descubrió algo.

    Entonces Luis volvió a sonreír.

    Es difícil descubrir cosas, y mas cuando no las estabas buscando, sino cuando simplemente las encuentras, y se da una situación extraña, donde no sabes si tu descubriste algo, o eso fue lo que te encontró.

    Como para Carlos, el cual no tenía forma de saber que la madre de Luis era golpeada casi todas las noches por su padre, que la misma sufría una gran depresión por esto mismo y muchas veces ni siquiera le preparaba el almuerzo al niño, que Luis había dejado de ser un niño, y que hace tiempo que ya nadie lo veía, y con verlo hablo de ver realmente a una persona, de reconocerla, de tomar su mano y darle la confianza para entregarse y ser ella, de cuidarla y de a través de esto, hacer sentir vista a la persona, verla como el alma que somos.

    Eso fue lo que descubrió Carlos cuando vio los ojos de Luis, cuando después de haberse encontrado entre las garras de la bestia, se encontró en las manos de un pequeño niño que necesitaba cariño, como un pequeño hombre-lobo, del cual el dolor era su luna.

    Fue así que Carlos se prometió ayudar al chico en lo que pudiera, y con el apoyo de este y de los amigos que fue haciendo en el colegio, Luis pudo volver a sonreír, y dejó de dibujar ojos.

    Una noche, Carlos se encontraba revisando una prueba y moviendo un lápiz rojo sobre ella, mientras su esposa servía la comida.

    - ¿Y como te fue hoy? -le preguntó a su esposa.

    Ella comenzó a hablar de lo estúpido que era su jefe, de su compañera Jenny que le tenía envidia, de como algunos de los chicos de la oficina pasaban metidos en facebook,  y así siguió sin callar en ningún momento, pareciendo mas un monologo que otra cosa.

    - Disculpa -dijo Carlos- voy al baño.

    Dejó el lápiz y la prueba sobre la mesa y se dirigió al baño. Curiosa, su esposa se acercó a la mesa y tomó la prueba.

    Además de los borrones y los números anotados por un alumno, ella encontró ojos, ojos rojos dibujados que llenaban toda la hoja.





  11. Para levantarme cada día.

    miércoles, 21 de marzo de 2012

    ¿Quieren saber un secreto?

    Cada mañana me levanto con la certeza de que el día va a ser mas insignificante que ayer.
    A menudo es así.
    Tampoco es la gran profecía, pero es cierto.

    Pero ese no es el secreto.

    Me dejo caer en la ducha esperando que mi madre me grite diciéndome que es tarde.
    Entonces subo desnudo a mi cuarto, y vuelvo a meterme en la cama.
    Me contraigo y pego las rodillas al pecho, escondido del mundo bajo el cobertor

    Y sueño.

    Sueño en como el mundo se levanta.
    Como el mundo se va a trabajar.
    Despiertan para hundirse en otro sueño, uno donde no se sueña.
    Y yo descanso, riéndome del mundo.

    Entonces vuelvo a soñar, y despierto muy lejos.
    Allá en la patagonia, a los pies de un lago, tendido en la hierba.
    Todo era tan hermoso allá.

    Uno se cuestiona como llega a abandonar esos lugares, lugares lejos de la gente,
    lejos del mundo.

    Y recuerdo.

    Recuerdo como extrañaba a alguien, como me hacía falta.
    Y como ese alguien era mas que suficiente para abandonar ese sueño,
    para volver a la realidad.

    Y despierto.

    Es entonces que uno aprende, y se graba en el alma
    que hay cosas mas grandes que los sueños
    cosas por las que vivir el mundo
    y levantarse cada mañana, pensando que el día, podrá ser mejor.

    Y así, cada amanecer, vuelvo a despertar, un poco mas fuerte.

    Eso, y un poco de amor.

    Ese es mi secreto.

  12. Sin palabras bonitas.

    martes, 13 de marzo de 2012

    Es difícil, realmente difícil, lo que en este momento me dispongo a hacer.

    Quizá en uno minutos este texto quede en el olvido, como tantos otros que destinan a una carpeta de borradores.

    Pero no.

    Hoy no me presento como De Lefént, ese que tantas y tan pocas aventuras lleva. Si no como yo, como el que ven todos los días, o los fines de semana, ese que publica links en facebook, y que ustedes(con el que para mi, es verdadero cariño), se disponen a leer.

    Quiero aclarar que yo también soy De Lefént, el forma una parte sustancial mía, y yo de el, pero esta vez, quiero hablar desde mi, desde un tu a tu.

    ¿Aceptan?

    Entonces cierren un segundo sus ojos, e imaginen los míos. Mirandolos con una entrega profundamente honesta, como si me rindiera a sus brazos.

    Ahora ábranlos, y comencemos.

    Te extraño, y me confunde la palabra.

    ¿No es un extraño alguien quien no conoces?

    Quizá la palabra oculta un significado, y soy yo el que se siente extraño. Extrañar no es algo que valla conmigo, y tu me haces hacerlo con tantas ganas.

    Últimamente no me siento tan fuerte, siento el corazón como una especie de vela invertida, que con una gran llama toma firmeza, pero que se derrite a fuego lento.

    Y esa llama se siente tan diminuta, tan ínfima, cuando no la proteges del tiempo y del viento con tus manos, cuando no la ocultas entre tus brazos.

    No quiero hacerte sentir mal, eso, con toda seguridad, terminaría de apagar la llama, y no tengo intenciones de dejar el corazón derretido en una oscuridad irreversible.

    Solo quería decirte que te extraño.

    Sin adornos, sin sutilezas, sin palabras bonitas.

    ...

    Puta que te extraño.

    No es nada grave lo que nos ocurre, solo la dificultad, de adaptarnos a algunos cambios.

    Hoy me llego la noticia de que el guitarrista de uno de mis grupos favoritos abandonaba la banda. Se que no tiene que ver, pero me hace pensar, en como para mi, nunca será lo mismo.

    Aunque oiga las mismas canciones, las mismas cuerdas, algo en ello nunca será lo que fue.

    Y da miedo, te juro amor, que da miedo.

    Pensar en nosotros como una banda, donde los cambios nos pueden deformar irreparablemente, donde perdamos lo que nos hacia nosotros.

    Y en esos momentos que me siento débil, que me siento aterrado y caigo en un abismo que deja tu ausencia, recuerdo que tal abismo, jamas ha existido.

    Que no necesito vela ni llama para poder ver, mientras tu sonrisa deslumbre mis temores.

    Que ninguno de nosotros ha dejado esta banda como para haber un verdadero cambio, y que quiero hacer música en tu cuerpo el resto de mis días.

    Que te amo, y que si a veces estoy mal, soportarme, ámame, como siempre lo has hecho.

    Solo te quería decir, que seamos fuertes.

    Y que te amo, tanto como tus ojos me lo gritan a mi.

  13. Sobre un enemigo que necesitamos.

    domingo, 19 de febrero de 2012

    Cada cierto tiempo, mis padres me llevan a San Antonio. Allá viven mis abuelos y a pesar de que cuando voy a visitarlos prácticamente no hago nada, es algo que realmente me agrada.

    Cuando era mas pequeño, no me gustaba mucho ir, porque siempre estaba solo. Me preguntaban porque no salía a hacer amigos o algo así, pero la verdad es que era muy tímido para eso, y fui aceptando a la soledad como compañera.

    Con los años dejó de importarme la soledad. Dejó de ser un latente temor (temor, que a mi parecer, habita en los corazones de todos cada cierto tiempo), y la visita, junto con la sensación de soledad, se trasformó en algo placentero, donde normalmente me desconecto de todo, y termino de leer algún libro.

    Hace algunos días, yo me encontraba medio dormido leyendo en el sillón de mis abuelos ,cuando mi madre me llamó.

    - Hijo, ven un poco.

    - ¿Que pasa?

    Ella se encontraba afuera con mi abuela y una tía, y desde donde yo me encontraba se podía escuchar otra voz.

    - Es que está una prima mía y quiere conocerte.

    Me levanté tratando de arreglar la cara de culo que tenía, y cuando salí, vi a una señora con un niño a su lado.

    Eran la prima de mi madre y su hijo, Juanito.

    - Yo te vi en la mañana -le dije a Juanito.

    - No sé...

    - ¿Llevas puesta una polera del Rey Misterio, no?

    Cuando lo dije el movió ambos brazos que tapaban su pecho, y dejo ver su polera donde aparecía imponente el falso luchador, mientras en su pequeño rostro se dibujaba una sonrisa enorme.

    - ¡Si!

    Y yo le sonreí.

    Me quedé un rato mas por cortesía, pero ademas, algo extraño ocurría con Juanito, sentía que el no era normal, y mi atracción por la gente extraña siempre ha sido una de mis cualidades.

    - Igual me da lata por el Juan, porque pucha ... acá no tiene amigos -decía su mamá, con el niño entre sus brazos.

    - Es que acá vivimos puros viejos -dijo mi abuela.

    - Si po'. Osea, ahora se junta con un niñito, pero no me gusta mucho. La otra vez el Juan llego diciendo que lo había ahorcado y como que quedó con miedo. Yo le diría que no se junte con el, pero como no tiene mas amigos...

    Todas comenzaron a hablar, a comentar sobre el horrible bullying que acontecía al mundo, a ese que siempre a existido pero ahora es mas terrible por aparecer en internet, y desde los brazos de su madre, rozando el silencio, Juanito dijo algo que nadie se preocupo de oir:

    - Me gustaría que el Rey Misterio fuera mi amigo.

    Y su mirada se perdió en el cielo, soñando que luchaba junto a su gran héroe.

    Al rato, yo me acerqué a Juanito.

    - ¿Tienes un problema con un niño?

    - No es un niño, pero mi mamá no me cree.

    - ¿Y que es?

    - No sé, pero me ahorca, aveces me desgarra algunas partes, pero no deja heridas, y nadie me cree.

    Pensé un instante.

    - ¿Te gustaría que el Rey Misterio te ayudara?

    Los ojos de Juanito emanaron una luz que yo no veía desde hace tiempo, y luego de afirmarme que le encantaría, yo le prometí que su héroe esteroídico se presentaría mañana en la plaza que había frente a su casa.

    Juanito se fue a ver la lucha libre, yo a acostarme, y a pensar en la estupidez que había prometido.

    Tuve que levantarme a las 9 de la mañana a recorrer las tiendas del centro buscando una mascara del Rey Misterio, y dos horas después, cuando lo había logrado, mi aspecto aun no lucía como el de un gran luchador.

    Cuando llego la hora del encuentro, me puse mi traje, y salí a la plaza, donde Juanito me esperaba.

    - ¡Cachen al Kinikuman cagao de hambre!

    Le decía un flaite a sus amigos, pero yo seguía con mi misión. Cuando llegué hasta Juanito, el me recibió con la gran admiración que yo esperaba.

    - ¿Y tu quien eris?

    - ¿No me conoces?, soy el gran luchador, el Re...

    - Si te conozco, pero estay un poco ... flaco.

    - Es que estoy de vacaciones, la próxima semana vuelvo al gimnasio.

    - Mmm ...

    El niño no era estúpido y en un momento hasta pareció aceptar todo como lo que era: un intento de buen gesto. Pero entonces ocurrió algo.

    - ¡Mira, el es el que siempre me ahorca!

    Al mirar en la dirección que indicaba Juanito, distinguí a un niño muy parecido a el, solo que un poco mas grande.

    - Pero tu mamá tenía razon, es solo un niño.

    - No es un niño -añadió con desesperación-, mira ... mira bien.

    Entonces pude distinguir los profundos ojos del niño. Sus ojos irradiaban un frió envolvente, y en su caminar se mostraba algo verdaderamente aterrador, algo ... algo que no era humano.

    - ¿Que es eso?

    - Eso dice que todos lo conocen -dijo Juanito, con una voz que no sonó tan aterrada como la mía-, pero que nadie lo quiere.

    De la nada, Eso se movió con una velocidad monstruosa hasta aparecer frente a nosotros. Se dirigía hacia Juanito, y con la poca conciencia que poseía en el momento, logre colocarme frente a el, obstaculizando su camino.

    - No ... -mi voz temblaba-, no te acerques.

    Se movió con paso inhumano por mi lado. Yo no había ni alcanzado a parpadear, a mover un solo musculo, a articular palabra alguna. La velocidad con que Eso se movía era aterradora, y yo no estaba logrando nada por defender a Juanito.

    Se colocó frente a el y lo levanto en el aire con sus pequeños y monstruosos brazos.

    Lo ahorcaba.

    Juanito intentaba gritar, intentaba moverse, pero Eso no se lo permitía. Quizás hasta de llorar trataba, pero ni sus lagrimas tenían el valor de asomarse a la espantosa escena.

    Comencé a desesperarme, la rabia movió mi cuerpo. Dirigí una mano hacia el hombro de Eso, con el fin de apartarlo hacia atrás, de que soltará a Juanito. Cuando logré tocarlo, sentí algo horrible.

    Un escalofrío descomunal recorrió mi cuerpo. Cada pelo del mismo se erizó por completo. No veía nada, pero sentía como no lo hacia hace tiempo.

    El desgarro en la piel, el nudo en la garganta, el frío en la espalda, el ardor en el corazón. Todo tenía un sabor familiar.

    - Yo ... yo te conozco.

    Eso ya no tenía forma humana. Era solo una sombra que me levantaba por los aires apretando mi cuello. A pesar de su aspecto abstracto, estoy seguro de que alguna parte de el llevaba una enorme sonrisa, una sonrisa de satisfacción.

    El dolor era cada vez peor. Era un dolor extraño, un dolor que se metía dentro tuyo, que corría por tus venas, y dejaba salir a todo lo demás, para darse espacio a si mismo.

    Yo perdía la conciencia, y no se que hubiera sido, si no hubiera aparecido una voz.

    - ¡Sueltalo!

    Eso se volteo, y Juanito le gritaba.

    - ¡Suelta a mi amigo, tu problema es conmigo!

    Entonces Eso se dirigió hacia Juanito. Se volvió una nube negra que lo envolvió, entro en el, y desapareció. Yo quedé en el suelo, con el pequeño Juanito sentado a mi lado, preocupado por mi condición.

    - ¿Estas bien, Rey Misterio?

    - Si Juanito, gracias por salvarme.

    - No entiendo, ¿que pasó?

    Yo le hubiera explicado todo, pero me limité a decirle que me había salvado.

    Y es que el debía descubrir por si mismo, que acababa de vencer a la soledad. Y la soledad, no es algo que se venza con la ayuda de otro: nadie nos puede ayudar a vencer nuestra propia soledad. Sino que se derrota solo -aunque esto parezca paradójico-, entendiéndola no como un otro, sino como una parte misma de nuestro ser, una que reclama cariño y tiempo para si misma, para nosotros.

    Y que por medio de ella, solo de ella, descubrimos algo sobre nosotros, algo que solo el tiempo y el dolor revelan a nuestros corazones, que nos embellece, y nos vuelve mas fuertes, quizá casi tan fuertes, como el Rey Misterio.

  14. Cualquiera está en los momentos difíciles.

    jueves, 16 de febrero de 2012

    Se llama Leslie, es mi tía, y hace unos años tuvo depresión.

    Yo era pequeño, y de las pocas cosas que recuerdo de esos años, es que mi tía era bastante desagradable. Nadie parecía disfrutar de su compañía, y la verdad, dudaba de que ella disfrutara de la de alguien mas.

    Una noche antes de ir a verla, yo no podía dormir, y escuchaba a mis padres hablar con otros tíos.

    - Es que la Leslie es tan insoportable a veces -decía mi madre.

    - Si -afirmaba otra tía-, y es tan desatenta, nunca prepara nada cuando la vamos a ver.

    Escuche por horas todo lo que hablaban. Tenía cierto encanto escuchar a los adultos cuando realmente eran ellos, cuando no mentían fingiendo valores frente a los niños.

    Al otro día yo tenía algo que ver en la tele, y no quería ir, por lo que le pregunte a mi madre.

    - Mamá, ¿porque vamos a ver a la tía si no le cae bien a nadie?

    Y ella me respondió:

    - Porque es nuestra familia, y es lo correcto.

    Eso parecía ser suficiente para mi madre, pero lo cierto es que mientras transcurrían los años, las visitas eran cada vez menos frecuentes, hasta que pasaron a ser inexistentes.

    Hasta hace unos dos años:

    - ¿Donde vamos? -yo iba en el auto, y aun no me enteraba de el asunto.

    - A ver a tu tía Leslie -respondió mi madre.

    En ese momento ni siquiera me acordaba que la tía Leslie existía, pero luego de un rato la recordé.

    - ¿Y porque vamos a verla? -el sentido de la pregunta era claro: porque ahora, que había cambiado.

    - Es que a tu tía le dio depresión.

    Después de eso un silencio marco todo el viaje.

    Cuando llegamos nos encontramos con la mayoría de mis tíos, era una gran reunión familiar, que buscaba sacarle alguna sonrisa a la solitaria Leslie.

    Y contra el que era mi pronostico, funcionó.

    Cada cierto tiempo la íbamos a visitar, y en muy poco se volvió un miembro habitual de la familia, luego de haber desaparecido por años.

    Tampoco es que haya cambiado, seguía siendo igual de idiota. Pero era la familia, y eso era lo correcto.

    Finalmente mi tía superó su depresión, y todos sacaron pecho, sintiéndose orgullosos de sus valores familiares, jactándose de su filantropía con la desagradable Leslie.



    Nunca mas la vimos.



    Puede que exagere, quizás un par de veces mas, pero en esencia fue lo mismo, Lsslie volvió a desaparecer. Tampoco digo que no se lo merezca, ella era una idiota, pero yo me preguntaba para que había sido todo el esfuerzo si todo volvería a ser como antes.
    Es que si alguien realmente la hubiera amado, las cosas hubieran sido distintas.

    Y no puedo evitar pensar en uno de esos dichos populares, esos que la gente trata de sabiduría:

    "Los verdaderos amigos se ven en los momentos difíciles"

    o

    "Cualquiera está en los momentos fáciles".

    Pero lo cierto es que cualquiera puede estar en los momentos difíciles. Porque los momentos fáciles, esos que destacan por las risas y la felicidad, requieren esfuerzo. Y ese esfuerzo es mas que perder tu sábado, mas que la bencina que tengas que echar al auto, mas que cualquier sacrificio material o temporal. El verdadero esfuerzo, trata sobre abrir el corazón, e intentar amar.

    Y a la pobre Leslie, nadie la intento amar. Se limitaron a cumplir con su labor familiar y devolverle su sonrisa, cuando eso estuvo listo, volvieron a dejarla sola, y su sonrisa se marchó, quedando en la memoria familiar en el mismo lugar que Leslie: en el olvido.


    Eso, a mi parecer, fue tomar el camino fácil.


    Quizás por eso tenía depresión mi tía Leslie.

    Quizás nunca nadie la amó.

    O quizás, nadie se dio el tiempo de amarla.

  15. Nos llevaron a reparación.

    miércoles, 15 de febrero de 2012

    -¿Y, que ramos quieres tomar?

    -...

    -¿Qué ramos...?

    - ¡NO! -exclame, con rabia.

    -¿Qué pasa? -dijo el, un poco asustado.

    -Oh, nada, disculpe, es que me mató una tortuga.

    Se asomo por el escritorio y vio entre mis manos el pequeño aparato portátil reproduciendo un videojuego.

    -Si, disculpe. ¿Qué decía?

    Mi padre me miró con cara de que fuera un poco mas educado. Yo guarde mi consola y miré al tipo de las preguntas.

    -Te preguntaba qué ramos quieres tomar.

    ¡Ninguno!

    -Matemáticas, historia y lenguaje -miré a mi padre, en gesto de saber si aprobaba mi decisión, el la aceptó.

    El tipo hacía las preguntas. Yo jugaba, o miraba el celular, y mi padre respondía por mi.

    Fui molesto el mayor plazo posible. Cheques, charlas, firmas; eso.

    En el auto nos fuimos discutiendo sobre la utilidad del pre-universitario, en un claro debate a favor/en contra.

    Despertarme a las 10 de la mañana para tremenda mierda cuando solo quería llegar a la casa de mis padres (y eso si que era extraño).

    -Tenemos que ir al centro, hay que cambiar unos pernos de la rueda delantera izquierda.

    No dije nada, no podía estar mas cabreado y si abría la boca podría arrepentirme.

    Al llegar estuve tirado al sol unas dos horas esperando que nos atendieran. Miraba al auto, había algo familiar en el, como si existiese un tipo de conexión entre ambos. El tipo que debía sacar las tuercas fue a buscar unas herramientas, entonces yo me aproveché de su ausencia y me acerque al auto.

    - ¿Así que estas enfermo?

    El no dijo nada.

    - Parece que a ambos nos quieren reparar.

    Entonces me hizo un cambio de luces, y supe que me entendía, que no eramos tan distintos.

    - Pero nosotros no le hemos pedido a nadie que nos arregle, ¿no?

    Movió sus ruedas delanteras de izquierda a derecha, siendo una clara negación.

    - Entonces, ¿que hacemos?

    El motor comenzó a sonar y la puerta del conductor se abrió. Yo me subí por la del copiloto, no lo iba a manejar, el no quería eso, nadie quiere sentirse manejado.

    Iríamos a donde fuera, el destino no importaba.

    ¿Pararíamos?, quizás. Cuando el hambre nos ganara, o una llanta explotara. Pero hasta entonces seguiríamos, déjennos perdernos, luego veremos que hacer.

    Comenzó a avanzar, y un imponente sol nos marcó el camino.

    - La radio no funciona -le dije.

    Hubo un silencio, pero luego entendí el mensaje.

    Nos fuimos cantando. Yo con la mirada perdida, y el curvándose a cada instante, como disfrutando el asfalto bajo sus ruedas.

    Después de todo, ninguno tenía arreglo, y así, eramos felices.

  16. De la verdadera magia.

    martes, 14 de febrero de 2012

    De eso me hablaba siempre Víctor.

    - Tienes que ver la verdadera magia.

    Y yo miraba como movía sus veloces y delgadas manos, veía como un 7 de diamantes desaparecía entre sus dedos, dejando un 8 de trébol a la vista de todos, y sorprendiendo a su publico.

    - ¿Esa es tu carta? -le decía a una chica, completamente seguro de la respuesta.

    - ¡Si!

    Entonces comenzaban las preguntas sobre como lo hacía, pero Víctor les negaba cualquier explicación:

    - Se perdería la magia.

    Todos se alejaban, y Víctor se acercaba a preguntarme.

    - ¿Y, viste la magia?

    - Vi dedos rápidos.

    - No estas mirando bien.

    Esa era la verdadera rutina, nuestra rutina. Los trucos variaban, algunas veces una carta desaparecía y se materializaba detrás de la oreja de alguien, otras fingía equivocarse para aparecer la carta correcta de la nada, cada truco era distinto y mas sorprendente que el anterior, pero la pregunta siempre era la misma:

    - ¿Viste la magia?

    Y mi respuesta siempre buscaba resolver como se había llevado a cabo el truco, pero Víctor me reprendía:

    - No estas mirando bien, tienes que ver la verdadera magia.

    Y les juro que la busqué, intente ver la magia en los trucos, intenté creer en lo que hacía, pero no pude.

    Hasta que un día la curiosidad me venció, y le pregunté a Víctor:

    - ¿Cual es la verdadera magia?

    - La has visto tantas veces, pero no observas bien.

    - Entonces que, ¿eres un verdadero mago, de verdad haces magia?

    Soltó una pequeña carcajada.

    - Obvio que no hueón, solo tengo manos rapidas.

    - ¿Entonces?

    Se puso pensativo, y me hizo una proposición.

    - Hagamos una cosa, te voy a dar una ultima oportunidad. Haré un ultimo truco y tu deberás ver la verdadera magia.

    - ¿Y que será distinto a las otras veces, que hará que esta vez funcione?

    - Que esta vez no podrás ver mis manos.

    - ¿Que, pero entonces como? ...

    - Esas son las condiciones, ¿aceptas?

    - Hecho.

    Se levantó y se acercó a un grupo de personas.

    Comenzó con su rutina. Al haber aceptado la condición de Víctor, me limité a ver todo de lejos sin prestar gran atención al truco en si, y sin haberlo querido, comencé a fijarme en los rostros de los que miraban el show de Víctor.

    El truco terminó, y yo vi la verdadera magia.

    Vi los ojos del publico, como brillaban.

    Como parecían ser niños que se sorprenden al ver algo nuevo.

    Es que, lamentablemente, a mi corta edad, ya existen pocas cosas que nos sorprendan, cosas que den brillo a nuestros ojos y nos hagan sentir que aun hay algo mas, ese algo que no entendemos.

    Y cuando nos volvemos a sorprender, cuando nuestros ojos vuelven a brillar
    Esa, esa es la verdadera magia.

  17. Cuando no se avanza.

    domingo, 12 de febrero de 2012

    I.

    Antes de comenzar, debo jurarles que todo lo que aquí contaré es completamente cierto, y que la prueba de que salvé el mundo y el tiempo, son el mundo y el tiempo en si, aunque aun no se entienda.



    II.

    Abrí los ojos, algo extraño había en el aire.

    - Levántate- se escuchaba la voz de mi madre.

    - ¿Que ... porqué?

    - Al colegio, apurate.

    El oír esa horrible frase despertó en mi una angustia tremenda, y la sorpresa se hizo notar en mi voz.

    - ¿Al colegio, me estay hueviando?

    - Déjate de bromas, y no digas garabatos.

    Pensé en decirle que no era broma, y que los garabatos y las groserías eran cosas distintas, pero extrañamente mi incomprensión le gano a mis impulsos. Mi madre hablaba en serio, la conocía, era pésima mentirosa (uno de los motivos que me hace dudar de nuestros lasos sanguíneos), y si me estuviera haciendo una broma yo me hubiera dado cuenta, por lo que solo accedí a ir a la ducha, tragar el desayuno, y finalmente subir al auto.

    Colegio en verano ... puta pesadilla, anoche estaba tranquilo en la playa y ahora esto. Pensé que quizá fuera el vodka, siempre que me emborrachaba tenía pesadillas.

    Pero esto era peor que una pesadilla.



    III.

    - ¿Que hacemos aquí?

    - Dejate de bromas. Colegio, bajate, tu papá va a llegar tarde.

    - ¿Es enserio?

    - Deja de lesear, toma tu almuerzo y bajate.

    - ¿Enserio?

    El auto se fue y yo me quedé mirando la entrada.

    Mi viejo colegio.

    El lugar en si era una maraña de recuerdos, risas y tristezas, pero por sobre todo, emitía una energía repulsiva, como alguien diciéndote constantemente al oído: vete.

    Cuando logré volver en mi, me dispuse a entrar. Me dirigí hacia la ultima que había sido mi sala. Me sorprendía de como había pasado tanto tiempo, y nada parecía haber cambiado realmente: los mismos lugares, la misma infraestructura, las mismas personas ... las mismas personas.

    No eran las mismas personas.

    - ¿Axel, también estay atrapado en esta mierda?

    - ¿En que? -me dijo, con un tono de normalidad en el que no se parecía reflejar que estuviéramos aun en febrero pero en clases, que parecíamos haber vuelto atrás en el tiempo, o principalmente que el sea mi compañero de curso en mi colegio actual, y que por algún motivo esté aquí, como si hubiera vuelto atrás conmigo, pero formando parte de la normalidad de esta ... ¿realidad?

    - Este no es nuestro colegio, y estamos en verano hueón.

    - Siempre hemos ido en el mismo colegio, y estamos en julio. ¿Que onda De Lefént, de nuevo estay tomando ron los domingos en la noche?

    - No hueón, te estoy diciendo que algo raro pasa, mira a nuestros compañeros, son personas de otros cursos y de distintos colegios, a algunos ni los conozco ... ¿julio?

    - Julio.

    Me quedé en silencio un rato, mientras escuchaba una clase que ya había escuchado años atrás, con el mismo profesor que por lo que yo recordaba, ya ni siquiera hacia clases en ese lugar.

    Esperé el recreo.

    Cuando salimos, me senté en una escalera con Axel. El guardaba un silencio típico en el, y yo pensaba en lo que realmente estaba pasando.

    - ¿De verdad que no notas lo que esta pasando? -le pregunté.

    - ¿Te estay volviendo loco?

    - Enserio -debí haber dejado notar la pena en mis ojos, porque la mirada de Axel cambio, y pareció tomarme en serio.

    - Bueno, supongamos que te creo, ¿que se supone que pasa, volvimos en el tiempo?

    - Eso creía, pero si hubiera vuelto sería solo, tu hubieras vuelto a otro lado, ademas, todo sería igual, pero no es así.

    Tome un respiro, Axel no dijo nada.

    - Nada parece tener sentido.

    - ¿Como si todo estuviera desordenado?

    Eso era, el tiempo estaba desordenado. Como si alguien hubiera tomado las mismas cosas de siempre, y las hubiera tirado para dejarlas tal como cayeron.

    - Me gusta como pien...

    Ya no estaba. Volvimos a estar en la sala, ahora el profesor era uno de mi colegio actual, Axel tenia una cara horrible.

    - ¿Que pasó? -dijo Axel, como si se hubiera percatado de lo que acababa de pasar.

    - Se desordenó de nuevo, pero esta vez fue mas brusco, no solo yo me di cuenta.

    - Debe ser un sueño.

    - Ya intente con esa mierda, no sirve, algo pasa y hay que arreglarlo.

    Salimos de la sala, a nadie pareció importarle. Afuera, todo era peor.

    IV.

    - ¿Te acuerdas de el?

    - Si -me dice, con unos ojos brillantes que aun no pueden admitir todo lo que por ellos veiamos-, salió de cuarto cuando nosotros íbamos como en sexto, cuando estábamos en este colegio.

    - ¿Y de ellos?

    - Salieron el año pasado, pero de nuestro colegio actual.

    Disfrutamos un rato sentados juntos. Si bien todo parecía volverse cada vez peor, era mas que un caos lo que nos rodeaba, nos vimos rodeados de nuestras memorias, de la gente que de a poco había aportado a irnos construyendo, de las risas, las peleas, los problemas, cada persona que aparecía y desaparecía a nuestro alrededor era un buen recuerdo, un minuto perdido en el tiempo que en este momento, parecía valer la pena encontrar.

    Pero no todo podía ser tan bueno. El que Axel se hubiera percatado de lo que estaba pasando significaba que las cosas se estaban desordenando mas y mas. La primera vez que ocurrió (cuando desperté), el desorden había tomado cierta coherencia: mis padres, las personas, Axel, nadie se percataba de lo que pasaba, para ellos esto era la realidad. Pero ahora, sea lo que sea que estuviera haciendo esto, no se había tomado la molestia de darle coherencia a lo que pasaba, quizás Axel y yo no eramos los únicos que se estaban dando cuenta de lo que pasaba, lo que solo podría terminar en confusión, y posteriormente, caos.

    - De Lefént ...

    Ahora estábamos en el casino, otra vez todo había sido arrojado al suelo, otro mundo se había creado.



    V.

    - Si, cambio de nuevo -le respondí.

    - Mira de nuevo, se esta poniendo feo.

    Muchas personas mostraban rostros de incomprensión, algunos gritaban pidiendo explicaciones, mientras otros de los que se acababan de percatar de lo que pasaba mantenían discusiones con los que aun no se daban cuenta.

    - Doy unos 10 minutos antes de que todos se pongan a pelear y quede la cagá, yo digo que nos vallamos -me dice Axel, con una sonrisa en la cara.

    - Si es que no cambia todo de nuevo en 10 minutos, y sobre irnos, ni cagando, siempre he querido ver una pelea en un casino, como en las películas gringas.

    Cuando las peleas ya se estaban armando, como en una especie de baile, todas las cabezas voltearon, las miradas se desviaron hacia las ventanas, y detrás de estas, el cielo se dejó ver.

    Un cielo de extraños colores, como un arco iris retorciéndose sobre si mismo, para después separar sus franjas en formas fantasmales que se espacian por el cielo.

    - Que mierda ... Axel...

    Pero Axel no estaba, ya ni siquiera estaba en el Casino, aparecí en el segundo piso.

    - Esta cambiando muy rápido -me dije a mi mismo, para después ponerme un poco triste, ahora si que me encontraba solo.

    Todos a mi alrededor se estaban golpeando. Eso es lo que pasa cuando la gente tiene miedo: busca a quien culpar. Nunca se intentan ayudar entre ella, ni intentan superar sus miedos, solo buscan a quien culpar, a alguien a quien golpear, como si entre sus golpes fueran a hallar alguna respuesta.

    - ¡De Lefént, ayudame hueón!

    Oí la voz de Axel desde atrás hacia mi derecha. Ni siquiera miré, solo corrí hacia esa dirección. Cuando estuve cerca de el, distinguí dos cuerpos peleando, el de Axel dándome la espalda. Lo tomé del cuello de su polera y lo corrí hacia atrás, aún no lograba ver el rostro del contrincante, pero mi puño ya estaba arriba, listo ... para hacer su mejor intento.

    Pero lo que vi fue mas fuerte que cualquier golpe que hubiera logrado dar.

    Era Axel.

    - Que ... ¿Axel?, pero...

    Mira hacia mi lado y ahí estaba Axel, y hacia el frente, una versión mas pequeña de el, mas joven, con un espíritu altanero, y sus mismos hermosos ojos. Pero estos diferían en algo: aunque igual de hermosos, se conservaban puros. No necesitaba hacer preguntas, esos ojos aun no contemplaban el dolor que habíamos vivido hace algunos años, aun no perdían su brillo.

    - ¿Tu crees que estamos en el 2009, cierto? -le dije al Pequeño Axel

    - Si ... ¿Como sabes?

    - Una corazonada. ¿Me reconoces?

    - Si ... pero te ves mas viejo.

    - Son solo unos años la verdad, pero si, ya me estoy poniendo viejo.

    El Pequeño Axel soltó una sonrisa que duró hasta que vio al Axel actual a mi lado, su cara se desfiguró, se transformó en miedo puro.

    - ¡¿Quien es el?! -dijo furioso el Pequeño Axel, lanzándose hacia Axel, intentando golpearlo, pero no con el fin de herirlo, sino como una persona tratando de alcanzar el arco iris, como una persona tocando un espejismo: intentaba saber si era real.

    - Calmate -mientras lo detenía entre mis brazos-, se que esto es raro, pero el es tú en el futuro, el tiempo se esta desordenando, algo extraño esta pasando pero debes calmarte.

    Siguió convulsionándose entre mis brazos hasta que pareció aceptarlo. No completamente convencido, pero eso ya no importaba, todo se estaba desmoronando, había que aferrarse a algo, y para el yo era lo único que tenía.



    VI.

    Nos encerramos en una sala. No iba a servir de mucho cuando el tiempo volviera a desordenarse, pero era lo mas seguro por el momento. Afuera todo eran peleas, y hasta se estaban formando bandos. El Pequeño Axel no era el único que estaba fuera de lugar, cuando me acercaba a la ventana podía ver cada vez mas "dobles" de tiempos pasado luchando con sus partes iguales actuales.

    Algo común entre estas peleas de "dobles" era que buscaban resolver quien era el verdadero, y por algún motivo, los del pasado les partían el culo a los del presente, y al ritmo que esto avanzaba, en unas horas todos serían reemplazados por sus temerosos y confundidos alter egos pasados.

    El pasado pateandole el culo al presente, quien lo diría.

    Mientras yo miraba por la ventana, los Axel conversaban, se daban consejos entre ellos, y el Pequeño Axel le preguntaba cosas al actual, casi en su totalidad sobre las mujeres que tendría en los años posteriores.

    Axel parecía tratar bien con su pasado. Quizá esa era la clave de todo esto, en lugar de golpearlo, ocultarlo y tratar de acabar con el.

    De pronto la tranquilidad de quebró, un cristal reventó, alguien intentaba entrar a la sala.

    - Mierda, ¿que hacemos? -pregunté sin saber a quien, solo deseando una respuesta.

    - No abrir -dijo Axel-, esos tipos tienen miedo, están confundidos, y si me ven a mi y a mi mini-mi, lo mas probable es que nos maten a ambos.

    - ¿Si salimos por la ventana? -dijo el Pequeño Axel.

    - Segundo piso, es mucho -dije- ... por la mierda, ahora este tiempo culiao no se puede desordenar.

    La puerta comenzó a moverse violentamente, no importa que hiciéramos, entraron.

    Ni siquiera se dieron el tiempo de mirarnos, solo nos golpearon. Una masa de gente golpeanonos. Intente mantener el conocimiento para ver que les pasaba a los Axel, pero por donde fuera que mirara salia golpeado. Recibí uno fuerte en el estomago y luego otro en la cara, al segundo siguiente estaba acostado en el pasto del patio, sintiendo aun el golpe que me acaban de dar.

    Se habia desordenado de nuevo.

    No tenia ganas de levantarme del suelo, y aunque las tuviera, tampoco tenia las fuerzas. Parecía como que ya nadie tuviera fuerzas, si el tiempo no se hubiera desordenado, de todas formas los tipos hubieran dejado de golpearnos. Ya ni de eso habían ganas, todo estaba desmoronado, el presente se había vuelto un ideal ingenuo, el futuro un sueño, y el pasado se había apoderado de cada rincón del mundo, reemplazándolo y dejándonos en un eterno atrás.

    Y pensar que ayer me encontraba tranquilo en la playa, fumando como un cerdo y borracho hasta no poder.

    Después de un rato logré levantarme. La cara me ardía por tantos golpes, y a la vez este mismo dolor me hacia levantarme. Hay algo en el dolor que nos hace mas fuertes, como si el dolor fuese una voz burlona que te pregunta con un tono chillon: ¿hasta donde puedes llegar?, y tu te levantas, con el cuerpo ebrio aun y el dolor palpitando en tu cuerpo, pero no te importa, quieres demostrarle que vas a llegar mas y mas lejos.

    Busque a los Axel, pero no los encontré, también me percaté de que las formas de las cosas estaban cambiando, los edificios se volvían amorfos, al igual que el suelo tomaba una consistencia casi gelatinosa. Esta vez si que la coherencia se había ido a la mierda. Lo mas probable era que el mundo solo soportaría desordenarse unas pocas veces mas, y luego ... luego nada.

    Seguí caminando y subí hasta un tercer piso que en cualquier momento caería sobre si mismo, una vez arriba, me apoyé en una baranda y observe el caos que había abajo, probablemente lo ultimo que observaría.

    De pronto escucho subir a alguien las escaleras. Era un profesor, uno al que le tengo bastante cariño. Llevaba un cigarrillo en la mano, en la otra un libro de clases, y la mirada completamente tranquila. Casi parecía que entraría a una sala a dar clases, como si nada estuviera pasando.

    Me acerque a el.

    - Profe.

    - ¿Si?

    - ... ¿Usted fuma?

    - Solo a veces.

    - Ah ... bueno no era eso, es que ...

    - ¿Si?

    Yo no me di cuenta, pero mi voz tomo un tono completamente infantil. Como la de un niño preguntándole a su padre que animal es ese, que dice en el letrero, o de que están hechas las nubes.

    - ¿Porque el tiempo se rompió?

    Y el casi sin pensarlo, respondió:

    - Supongo que es lo único que se puede esperar cuando no se avanza.

    Luego de decir eso se marchó, y yo me puse a pensar en la noche anterior.

    Como la pasé emborrachándome sin ningún motivo, para terminar durmiéndome solo. Eso hacia yo hace algunos años, me sentía mal, me emborrachaba, y me dormía, nada mas.

    Supongo que al volver a esas costumbres se podría decir que estaba dejando que el pasado volviera y se plantara sobre mi vida, y eso no era tan distinto, ni mejor, que lo que estaba pasando ahora.

    - Ya se que hacer.

    Me levante con mas fuerza, caminé hacia la sala que se encontraba al final del pasillo, y cuando abrí las puertas, una gran luz llenó todo, y me segó por completo.

    Cuando volví a abrir los ojos, el sol estaba dándome en la cara, la brisa del mar me enfriaba los pies, y yo descansaba sobre mi cama.

    Hora de levantarse, hay mucho por hacer.

  18. Algo se quemó en año nuevo.

    lunes, 2 de enero de 2012

    Descansaba un segundo. Mi familia bailaba y yo tomaba un vaso de mi mezcla mágica de vino, bebida y vodka, entonces fue que una tía preguntó.

    - ¿De donde viene ese humo?

    Mi papá fue a ver a la casa de al lado pero no había nadie, así que yo le puse una bombilla con sombrilla tropical a mi vaso, y salí a buscar.

    La calle estaba llena de humo, y junto con las luces de la calle creaban en el lugar un atmósfera extraña, como si en cualquier momento comenzara a sonar la música, y apareciera Carlos Pinto.

    - ¿Que pasó? -le pregunté a una señora en la calle, mucha gente había salido para ver que ocurría.

    - No sé, parece que hay un incendio pero no se sabe donde.

    Comencé a caminar. Caminé mucho, pero a medida que avanzaba, el humo lo hacia conmigo, hasta que yo no pude seguir por el fin de un camino, y el humo se fue. Volví a mi casa, y seguí con el vino.

    - ¿Y, que pasó? -dijo mi madre.

    - Algo se quemó, pero nadie sabe que.

    ¿Y saben?, ahora lo entiendo un poco, y es que el mundo se esta quemando.

    Se esta prendiendo fuego a si mismo
    pensando que así podrá empezar de nuevo
    como si del fenix se tratase.

    Es que quizás ha oído los cuentos del fin del mundo
    y escuchar todos los días que tu muerte está cerca, te pone a buscar opciones.

    Tiene miedo, y el dolor de a poco lo va rompiendo
    y se abre a paso lento
    entre temblor y temblor
    hasta abrir una gran herida, y dejar salir su fuego interior.

    Se quema
    por todos lados, el mundo se quema.

    Piensa que es un nuevo año
    que con este nuevo comienzo
    y con el fuego que todo lo acaba
    tendrá una nueva oportunidad.

    Pero no.

    Discúlpame tierra, pero el pensar que el paso de un día a otro va a cambiar todo, que el pasado se va a quemar, es simplemente ridículo.

    Y son tantos, tanta gente, al igual que el mundo, que recibe con los brazos abiertos un nuevo año, con sus cabalas, pensado que solo con abrir los brazos, va a cambiar algo.

    Pero el abrir los brazos no basta, hay que usar las manos, y moldear el mundo.

    Sin quemar nada, sin miedo al ayer,
    poniendo la frente en alto y preparar la tierra
    para volver a sembrarla
    y con un poco de suerte, volver a ver los arboles crecer.