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  1. Chicle.

    jueves, 30 de junio de 2011

    - Siempre se demora tanto...

    Miraba a los que salían mas tarde de el colegio dirigirse a sus casas e imaginaba sus rostros cansados. Mientas esperaba sentado en la única banca seca que encontré, fumaba tan rápido como podía y veía las hojas secas que nos dejó el otoño flotar sobre los charcos que nos dejó la lluvia.

    - Disculpa...

    - ¿Si? -respondí.

    - ¿Tenis un cigarro que me vendái?

    - Si -le entregué un cigarro y el saco un encendedor de su bolsillo.

    Luego de prender el cigarro saco 100 pesos del bolsillo y se sentó junto a mi, luego estiró su mano y me enseñò la moneda.

    - No te preocupis.

    - ¿Enserio?

    - Si, no me gustan esas cosas.

    - ¿Que?, ¿la plata?

    - No, bueno ... tampoco.

    - ¿Que es lo que no te gusta?

    - Cobrar por los cigarros ... mas bien, que estos se cobren.

    Se quedó en blanco un instante.

    - Pero ... si estos no se cobraran nadie los haría.

    - No creas.

    - Es así.

    - Hace un año los cigarros costaban unos 500 pesos menos y la gente los sigue comprando, ¿porque?

    - Porque les gusta fumar.

    - Exacto, ¿entonces?

    - ...

    - La gente sigue fumando porque quiere, y si en unos años las cajetillas costaran 3 lucas, créeme que las seguirían comprando.

    - Si pero eso solo deja mas en claro que el que fueran gratis no es posible.

    Entonces empecé a cabrearme un poco.

    - Pasame los 100.

    - ¿Que?

    - ¡Que me pasis los 100 hueón!

    Abrió los ojos por completo y saco los 100 pesos de su bolsillo. Acercó su mano lentamente como con el cuidado con el que que acercas la mano a un perro que no conoces. Entonces dejo los 100 pesos a mi lado, en el espacio vacío de la banca que existía entre los dos.

    Luego de tomarlos, comenzó a mirarme con claro desprecio mientras yo jugaba lanzando la moneda al aire.

    - ¿Que?, creí que te gustaba que te cobraran las hueás.

    - ¿Que hueá culiao? -se paró y subió la voz- solo intenté ser no se ... no sabia que te iba a molestar tanto la hueá.

    - Es que no me gustan esas cosas.

    - ¿Que?

    - Tu, las personas ... las que no entienden.

    - No ...

    Estuvo apunto de terminar la frase, pero logró contenerse, probablemente porque me iba a decir "no entiendo" y eso solo me daría mas motivos para seguir hueviandolo. Se quedó pensando y volvió a sentarse.

    - ¿Entonces a que te referías?

    - Lo mismo que te dije: la gente fuma por que quiere. No importa si el precio sube o si ya no los venden, la gente seguirá fumando, por que es lo que quiere hacer. Cuando uno tiene algo que hacer, algo que cumplir, no importa cuanto le cueste, lo hace. Pero hoy no se puede hacer nada para conseguir algo que uno quiera, porque todo es cobrable, todo se vende. Te lo dan ahí, listo, tómalo y llévalo, solo unas putas monedas, las mismas que cualquiera puede conseguir tanto mendigando como encerrado en una oficina. Nada tiene un valor.

    - ¿Como que nada cuesta? -mi ultimo comentario pareció molestarle de veras- todo cuesta, yo tengo un trabajo, no como vos pendejo, y se que las cosas cuestan, que hay que esforzare, que hay que ganarse la plata para conseguir las cosas. No es llegar y llevar sin ningún esfuerzo, la gente se esfuerza trabajando para pagar las hueás, ¿porqué?, porque todo cuesta.

    - Exacto, todo cuesta, pero nada tiene un valor.

    - ¡Es la misma hueá!

    - No mierda, no es lo mismo. Valor tiene para el pintor el lienzo que acaba de terminar, valor tiene para el padre el dibujo horrible que le hizo su hijo para su cumpleaños, valor tiene para el pendejo la entrada que escribe en la noche en un blog, valor tiene el cigarro que fuma alguien después de haber preparado el tabaco y haberlo enrollado con sus propias manos. Compra toda la mierda que quieras, total, todo tiene un precio, pero mientras sea cobrable, nada tiene valor, ni para el que le pagas, ni para ti, ni para nadie.

    Se quedo callado intentando contener la rabia, o quizás solo pensando.

    - Hablai puras hueás pendejo.

    - ¿Y?, hace algo contra mi; llena un formulario y lo metís al buzón de quejas, o haceme un grupo en facebook, o anda a marchar que esta de moda.

    Se levantó furioso y se fue.

    Probablemente me hubiera golpeado pero al ver el parche en mi cabeza creo que se compadeció. Entonces me levanté de la banca y me dirigí al negocio de la esquina, saque los 100 pesos, me compre un chicle de sandia y volví a la misma banca. Mastiqué el chicle hasta que no tubo sabor, y cuando me di cuenta que la persona que esperaba no llegaría, pegue el chicle a la banca y me fui.

    Y ahí quedó el chicle, sin color ni sabor, y sin que a nadie le importara.


  2. Sonámbulo.

    lunes, 27 de junio de 2011

    - ¡Beban de mi leche!
    - Cállate hueón, nadie nos va a comprar así -me dijo medio serio, intentando contener la risa.

    De todos modos, la mierda de la leche fue mi idea, así que podía promocionarla como a mi me pareciera. Nos estaba yendo muy bien la verdad, vender leche caliente los días que hay 3 o 4 grados siempre es buena idea.

    - ¿Cuanto cuesta el café?

    Era una compañera de curso demasiado linda para ser una compañera de curso. Pololeaba con un amigo de un curso mas arriba, motivo por el cual no era el blanco de todos mis compañeros ... incluyéndome.

    - 300, pero es leche con café, no hay leche sola.

    - Bueno no importa dame una.

    Le hice un gesto a mi amigo para que sirviera la leche mientras yo sacaba el vuelto, entonces me preguntó.

    - ¿Fuiste al mall ayer? -aunque era una pregunta, parecía demasiado segura de la respuesta, mas bien parecía una afirmación.

    - No, no, ¿porque?

    - Es que ayer estaba en mi casa y me llamo el Feña -su pololo- muy sorprendido. Me dijo que te vio en el mall con esa chaqueta de cuero con la que siempre andas, se paro en frente tuyo para saludarte y luego tu no lo reconociste y seguiste de largo sin siquiera saludarlo.

    - Se confundió, yo ni siquiera estaba en Santiago ayer.

    - Yo le dije lo mismo, que se debe haber confundido, pero el estaba muy seguro.

    Entonces mi amigo le pasó el café y se fue lo mas rápido que pudo.

    Al siguiente recreo ya no nos quedaba leche por lo cual nos encontramos libres de hacer lo que quisiéramos. Fue entonces que lo fui a buscar.

    - ¡Feña!

    - Que pasa De Lefént -extendió su mano y me saludo con su mirada siempre pasiva.

    - ¿Como estay?

    - ¿Bien y tu?, oye, ¿porque no me saludaste ayer?

    - ¿Donde? -hice como si no supiera nada de lo ocurrido.

    - En el mall po, me pare al frente tuyo, pensé que estabai enojado.

    - Feña ... yo no estaba en el mall ayer, ni siquiera estaba en santiago.

    Entonces fue que todo comenzó a ponerse raro. Su rostro se deformo, paso a ser una mueca de descomprensión absoluta, como si fuera un niño al que le intentan explicar que nunca fue el ratón quien dejo el billete bajo la almohada.

    - ¡Hueón erai tu!, si hasta llevabai la misma chaqueta negra de cuero que usai siempre.

    - Te lo juro, yo no estuve ahí.

    - Pero que chucha ... es que hueón, estoy seguro.

    Su cara se recompuso un poco, pero seguía confuso. La verdad era extraño, ni siquiera pasaba por su cabeza la idea de haberse equivocado, no parecía que estuviera mintiendo, era como si ... como si dijera la verdad.

    - Ya filo no te preocupis, si siempre me confunden con hueones que supuestamente son iguales a mi. Me acuerdo que para el primer día de clases tampoco estaba y varios amigos me dijeron que vieron a alguien igual a mi y otros hasta me saludaron, parece que mi rostro es mas común de lo que me gustaría.

    - Que raro ...

    - No si ya te dije, siempre me confunden.

    - No, no eso.

    - ¿Que cosa?

    - Que cada ves que alguien cree verte o ve a alguien igual a ti, tu no estas.

    - Obvio, si estuviera yo ahí no se confundirían... -ironicamente.

    - No po hueón, no me refiero a eso, me refiero a que cada vez que pasa, tu estay muy lejos. Es como si ese doble tuyo solo apareciera cuando esta completamente seguro de que no hay posibilidad de que tu aparezcas, estando en los lugares que tu deberías, como si apareciera para reemplazarte cuando tu no estas.

    En ese momento me di cuenta de que aunque lo que el decía era completamente en hueveo, tenia razón: había alguien idéntico a mi. Aparecía cuando yo no estaba, cuando me iba de viaje, cuando dormi...

    Cuando dormía.

    En ese momento recordé las palabras de una amiga, y comencé a sentir miedo.

    - ¡Oye!

    - A ... ¿que?

    - No se ... te quedaste en blanco. Estay pálido hueón, parece que viste un fantasma.

    - Peor.

    - ¿Que viste?

    - a El.

  3. Sivel.

    miércoles, 22 de junio de 2011

    Eran cerca de las 10, y por estar sacando vueltas donde no debía, estaba sentado en el paradero esperando la única micro que llegaba a mi casa -y probablemente por la hora, la última-. Ni siquiera tenia un cigarro para hacer la hora mientras esperaba descubrir si la ultima micro ya había pasado o no, por lo que no me quedo mas que esperar.

    Entonces lo sentí.

    ¿Alguno se a parado frente a un espejo cuando de pronto crees haber visto a alguien que se movía detrás tuyo?, bueno, esa era la sensación que estaba sintiendo, pero de todas direcciones, como si el suelo fuera de espejos y todo a mi al rededor fuera reflejos.

    Comencé a sentirme observado. Al principio pensé que era esa paranoia lamentablemente común en mi, pero no: alguien me observaba.

    - Ven.

    En ese momento un escalofrío recorrió con delicadeza cada una de mis vertebras y mis brazos quedaron rígidos. Fue como si alguien me hablara al oído, pero el tipo que estaba mas cerca se encontraba atrás mio a unos 2 metros, apoyado en la reja de una farmacia.

    - Disculpe...

    - ¿Si? -era un tipo de unos 40 años, pero su voz no se parecía en nada a la que creí escuchar.

    - ¿Dijo algo?, me pareció oírlo hablar.

    - No, se equivoca -pareció molestarle mi pregunta y dirigió su mirada hacia algún otro lado en clara señal de que no lo molestara mas.

    Fue entonces que empecé a pensar en irme a la casa de una amiga que vivía cerca, o irme caminando, o...

    - Ven

    Esta vez la voz fue mucho mas clara, y parecía venir de la calle que se encontraba detrás mio a la izquierda, y como buena persona que soy, fui.

    Había pasado varias veces por esa calle cuando iba a ver a mi amiga. Era obscura ya que no tenia mas de dos postes de luz buenos, ademas se encontraba cerrada por dos portones que solo permitían el paso de peatones, por lo cual nunca se encontraba muy transitada.

    Comencé a caminar por la calle e intenté hacer lo mas lento posible mi paso por los espacios que alcanzaban a quedar iluminados. Cuando los crucé y quede en la oscuridad, todo empezó.

    Algo desde mi izquierda se movió rápidamente hacia mi, un perro quizás, pero ni siquiera me dio el tiempo para pensar. Se volvió increíblemente rápido contra mi, puso lo que parecía ser una mano sobre mi hombro, me volteo hacia el y empujo fuertemente hasta el otro lado de la calle, donde quede de espaldas contra el muro de una casa y mi cabeza reboto contra el cemento dejándome aun mas aturdido de lo que ya me encontraba.

    - Viniste -era la misma voz suave que me había llamado antes, pero esta vez tenia un toque alegre, como de victoria.

    - ... ¿Que? -el golpe en la cabeza, el susto, la oscuridad, y la mano que apretaba fuertemente mi cuello me tenían demasiado aturdido como para pensar en que era lo que ocurría, o mas bien, en que era lo que me tenia contra el muro intentando reventarme el cuello.

    - Que viniste, ¿estas bien?

    Su voz era suave y su pregunta parecía demasiado honesta como para la ocasión. Ademas, seguía escuchándose un tono feliz, casi burlesco. Esto me mantuvo perplejo un momento, pero al instante logré reaccionar.

    - ¡Suéltame conchesumadre! -mi voz sonó desesperada, y mi cuerpo reaccionó de igual manera convulsionándose de toda forma humanamente posible, pero entonces desde la oscuridad apareció lo que se presentaba como un brazo y con este le fue suficiente para controlar todo mi frenesí.

    - Honestamente, tus modales son como las hueas.

    Soltó mis brazos (aun manteniendo su otra mano presionando contra mi cuello), y se acerco a mi rostro revelando el suyo. Tenia la cara delgada y era de tez blanca, sus labios no eran muy marcados y contenían permanentemente una sonrisa que parecía involuntaria. Su cabello era corto pero dejaba caer una casquilla lisa color café claro, justo en el punto exacto entre rubio y moreno. Pero lo mas increíble eran sus ojos: llevaban un verde esmeralda que brillaban incluso en la oscuridad que nos rodeaba, y que opacaba todo el resto de su rostro, matando con una pupila totalmente contraida, como si se encontrara mirando permanentemente el sol.

    Algo revelaban esos ojos, algo que yo no quería llegar a aceptar.

    - Q ... Que ... ¿que eres? -me di cuenta que mis manos y gran parte de mi cuerpo no paraban de temblar.

    - Ahora esa no es la pregunta adecuada, como sea, cálmate, si no lo haces voy a matarte.

    Esta vez su voz cambió su tono burlesco por uno mas serio, sin embargo no perdió en absoluto esa tranquilidad que antes me trasmitía. Como sea, su delicada proposición surgió efecto y casi al instante logre dominarme por completo.

    - Es... esta bien.

    - Me parece. Estar tan agitado no le hace bien al cuerpo.

    - Quizás si dejaras de intentar reventarme el cuello mi adrenalina disminuiría.

    - Quizás, pero no puedo darte ese lujo por ahora -añadió una sonrisa enorme al finalizar su comentario.

    Debido a la forzada calma que me poseía, me tome el tiempo para mirar la mano que le quedaba libre, y me sorprendí al notar que esta se encontraba completamente rígida, lista para convulsionar en cualquier momento. Sus huesos se marcaban demasiado lo que aumentaba el efecto de rigidez de su mano, y sus dedos arqueados, se encontraban listos para dilatarse y atravesar mi piel en el momento que fuera necesario, o al menos eso era lo que parecían querer comunicarme.

    - ¿Que quieres?

    - Sigues siendo descortés amigo, yo en tu posición pensaría en volver mi actitud un poco mas agradable. No es la pregunta correcta.

    - ¡¿Que mierda?!, si ... agh, esta bien, déjame pensarlo...

    - ...

    - ¿Cual es tu nombre? -el miedo a equivocarme se dejo notar.

    - !Bien¡ -se alegró- mi nombre es Sivel.

    - ¿Sivel?

    - Si, Sivel, ¿y el tuyo?

    - De Lefént.

    - ¿Eso es un nombre?

    - ¿Sivel lo es?

    - Buen punto -y se hecho a reír.

    Comenzó a reír estrepitosamente, lo que contrastó demasiado con su voz. Mientras lo hacia, no me di cuenta que ya había soltado mi cuello, pero ni siquiera intente moverme. Tal vez era el miedo, o la curiosidad (lo mas seguro es que el primero, honestamente estaba que me cagaba), pero fuese lo que fuese, algo mayor a mi no me permitió moverme.

    Cuando dejó de reír se percató de que me había quedado petrificado contra el muro y se dirigió hacia mi

    - Ya cálmate, no tengo ganas de matarme.

    - ¿No tienes ganas?

    - No, me las quitaste. Resultaste ser simpático.

    - a ... gracias.

    Ambos nos quedamos en silencio. Yo seguía ahí, rígido, y el me miraba sonriendo y casi riendo para si, como pensando en que es lo que iba a hacerme.

    - ¿Y?, ¿no te iras?

    - No.

    - Relájate De Lefént -sonreía-, ya te dije que estar así le hace mal al cuerpo, ademas, te deje claro que no te voy a matar.

    - Entonces vuelvo a mi otra pregunta

    - ¿Cual?

    - ¿Que quieres?

    - Mmm ... nada, solo hablar, la ultima vez que hable con alguien fue hace casi una semana y de vez en cuando hecho de menos una buena conversación.

    - Invitate un copete, agregame a facebook, lo que quieras, pero ir por la vida tomando a la gente por el cuello no es la forma mas convincente para hablar con alguien.

    - Funcionó contigo -sonrió.

    - Buen punto.

    - ¿Que haces aquí?

    - Tu me llamaste.

    - No, me refiero a ese horrible paradero hediondo a miaos, y a esta hora.

    - Allí espero a mi horrible micro hedionda a miaos algunas tardes, pero hoy cometí un error de calculo, por lo que llegué muy tarde. ¿Y tu?, ¿que haces aquí?

    - Ya te dije, buscaba alguien con quien hablar.

    - Para con esa mierda, si el humor de cualquiera de los dos hubiera amanecido diferente hoy, yo estaría muerto.

    Su rostro se volvió pensativo.

    - Si, tienes razón, no es por lo único que estoy aquí.

    - ¿Que mas te trae aquí?.

    - El hambre, tengo hambre.

    Al escuchar como pronunciaba la palabra, volvió a mi el mismo escalofrío que recorrió mis vertebras la primera vez que oí su voz.

    - ¿Hambre?

    - Hambre.

    - ...

    - ...

    - ¿Que eres?

    - Ya conteste esa pregunta; cálmate, o voy a matarte.

    - ¡No!, ¡tu me trajiste aquí, tu me dejaste ir, tu me pediste que preguntara las cosas que he preguntado!, tu...

    Esta vez ni siquiera logre percatarme, y antes de poder parpadear ya me encontraba contra el muro otra vez.

    - Cállate mierda -me susurraba furioso al oído- ¿crees que reventar tu bonito cuello es lo peor que te puedo hacer?, créeme, reventar es lo menos que planeo hacer con el, tengo planes mucho mejores, mas sofisticados, mas ... culinarios.

    Entonces se acerco un instante a mi cuello, y luego, se colocó frente a mi y enseñó lo que su eterna sonrisa burlona escondía: unos brillantes y enormes colmillos, tan imponentes como su mirada esmeralda.

    En ese minuto, me sentí muerto. Ni siquiera vi mis dos años de vida pasar en un segundo por mis ojos, ni siquiera pensé en alguien, ni en cual seria mi ultima frase -algo que me a atormentado por años- no pensaba en nada, estaba muerto, muerto antes de que Sivel tuviera el lujo de hacerlo el mismo.

    - No ...

    - ¿No?

    - No puedo, algo tienes ... no puedo matarte ... no ahora.

    Me dejé caer hacia atrás, me sentí un peso muerto. Quede sentado contra la muralla y mi vista quedó perdida intentando entender que pasaba. Cuando logré reaccionar, Sivel se encontraba frente a mi con todo su cuerpo rígido y sus huesudas y venosas manos parecían poder estallar en cualquier momento. Sus ojos esmeralda reflejaban una mezcla de rabia e incomprensión y sus diminutas pupilas blancas refinaban el toque bestial que todo su cuerpo reflejaba. Comenzó a hablarme, pero derrepente todo se volvió una película muda y mi visión comenzó a nublarse, entonces levante mi mano izquierda y toque la parte trasera de mi cráneo.

    Sangraba.

    No alcancé a verla, pero sentía el calor brotar de la sangre, y el palpitar de la herida que provocaron los dos encuentros contra el muro.

    Entonces dormí.

    Cuando desperté reconocí enseguida el techo de mi habitación, pero a pesar de eso sentía que no debía estar donde estaba. Me levanté y al verme al espejo encontré lo que parecía ser un vendaje por sobre la herida y entonces recorde todo lo ocurrido.

    ¿No fue un sueño?

    - ¡Despertaste! -era mi mamá, me abrazo muy fuerte.

    - Si ... ¿Como llegué aquí?

    - ¿No te acuerdas de nada?

    - No -mentí con naturalidad.

    - Eran casi las 11 y un amigo tuyo nos llamo diciendo que te encontró inconsciente y sangrando en la calle, pero que te llevó a la clínica y que te encontrabas bien.

    - ¿Un amigo?

    - Si, uno blanquito de pelo claro y ojos verdes.

    - Ah ... el.

    Me quede pensando en como era que había sobrevivido, en donde estaba el, en porque no me mató o porque no ... bueno, lo que el quisiera hacer.

    - Mejor acuéstate y descansa, yo voy a traerte el desayuno.

    - Gracias.

    No entendía de ninguna manera que era todo lo que había pasado. Cuando me estaba acostando comencé a buscar mi celular y dentro de mi bolsillo encontré un folleto de la clínica con un mensaje escrito con lápiz tinta:

    Espero que la próxima vez tu sangre brote de tu cuello y no de tu cabeza. Me debes una De Lefént. Cuídate, no soy el unico que te esta buscando.
    Sivel.


    Y asi fue como conocí a Sivel, el vampiro.

  4. - Ya po...

    - ...

    - ¡Despierta hueón!

    - Ahh ... ¿Que?

    - Cuéntame la historia, te quedaste como pegado pensando.

    - Ah ... si, sorry, es que ya te dije que no estoy bien y cuando lo pienso no me ayuda a sentirme mejor.

    - ¿Me vas a contar la historia? -Irrumpió arqueando las cejas y dándome a entender que me apresurara.

    - Esta bien.

    - ...

    - Todo empezó el día que apareció la niebla, el día en donde nadie debería haberse levantado. Me fui al colegio pensando en que era lo que la niebla no quería que viese, pero eso me tomaría un tiempo. Al llegar, el cuarto medio convocó a toda la media y nos explicaron que querían formar un movimiento que buscara reformas en el sistema del colegio y algunas mejoras mínimas como...

    - Si se, yo estuve ahí -interrumpió.

    - ¿Te voy a contar la historia?

    - Bueno, sigue.

    - Resulta que como la mayoría de las cosas, esto me importaba un pico. Siempre he tenido la idea de que las luchas son propias y que la unión no hace la fuerza, ya que finalmente las luchas internas terminan separando las luchas de las masas, y todo se va a la mierda.

    - Pero si tu ...

    - ¡Espera!

    - Bueno -cortante, se enojo la niña.

    - Resulta que en la noche hable con un amigo que estaba muy interesado en toda la hueá revolucionaria. El siempre ha sido de la idea de que la unión de todos puede lograr los cambios y un mundo mejor, pero esa noche, algo le había pasado.

    - ¿Que?

    - Se le cayó su mundo. Estaba destrozado ... algo le había pasado y dejó de creer en todo lo que para el era importante. Comenzó a decirme que la humanidad estaba perdida, que no valía la pena luchar por nada, que el sistema era horrible y no había forma de cambiarlo, ya que el único que podía hacerlo era el humano, y el humano es solo una mierda acomplejada que realmente es la raíz de todos los problemas por los que luego intenta luchar, y a decir verdad, en la mayoría de las cosas tenia razón.

    - Pero que el piense esas cosas no tienen que deprimirte.

    - No, al contrario, yo le dije que para mi las luchas eran internas, que cada uno tiene su lucha ... y si, quizás el mundo se este hundiendo en este mar de conformismo y soledad, y quizás no tenga salvación, pero cuando ya todo se haya ahogado, las personas que con sus propias luchas intentaron hacer un cambio, aunque haya sido mínimo, esos pequeños cambios serán bollas que permitirán a los que queden aferrarse a ellas y salir a flote, y así, solo quizás, podríamos volver a empezar.

    Comenzó a sonreír.

    - Me gusta que pienses así.

    - Yo también pensaba que así estaba bien, pero a pesar de eso, la niebla tenia razón.

    - ¿Porque? -parecía confundida.

    - Al otro día empezó esta movilización, y para mi sorpresa, me encantó. Termine muy metido en el tema, y conforme pasaban las horas, mas me estaba gustando ... en el fondo, comience a creer que la lucha de muchos podía ser de uno, que mi lucha podía volverse la suya y viceversa, que todos juntos podríamos lograr algo, como creía mi amigo.

    - ¿Y entonces ...?

    - Entonces comenzaron a pasar las horas, y dentro del movimiento se formaron bandos, y dentro de esos bandos, otros bandos, y así. Las horas siguieron y nos fueron quitando aliados, ganas, fuerza, pero sobre todo unión, y finalmente, todo se volvió nada ... nos estancamos. En ese momento comencé a sentir que mentí, que ayude a mi amigo con una mentira.

    - Mira, yo se que te duele el haber empezado a creer y que no se ... tu ilusión se haya caído tan rápido, pero lo que tu hiciste estuvo bien, solo ayudaste, a nadie haz mentido.

    - Si le mentí, quizás no directamente ni con intención, pero mentí al fin y al cabo -se empezó a notar un desgarro en mi voz- ... le hice creer que mi opinión era verdad, y el ... el tenia razón: no hay lucha que valga la pena. No hay unión que valga la pena, nada nos puede salvar, nadie nos puede salvar, no nos podemos salvar.

    Notó ese desgarro que me salia de mi voz y espero en silencio un minutó, como para darme un poco de aire.

    - Tu sabes que no puedo creer eso ... ni aceptar que tu llegues a creerlo. No eres así, no va contigo, no importa que tan mal creas que van las cosas, tus ojos siempre ven belleza donde todos creen que no la hay.

    - ...

    - ...

    - Sabes, hace unos días un profesor nos habló sobre la edad media, de como este se consideraba un periodo de oscuridad y de estancamiento, donde todos los avances de los grandes imperios; el arte, la cultura, la política, la economía, la filosofía, todo dejó de avanzar.

    - ¿Ya?...

    - Pero dentro de todo eso, el único motivo para que las generaciones siguientes pudieran recuperar todo lo que no se avanzó y poder desestancarse, fue que las maravillas que nos dejaron épocas pasadas fueron conservadas durante la edad media.

    - De verdad, no entiendo que tiene esto que ver con lo que te esta pasando -parecía resignada.

    - Es solo que en lo poco que pude ver en estos días, me di cuenta de eso: de que estamos estancados. Y ese era el mensaje de la niebla: quédense en casa, quédense en cama, no salgan, no se levanten, no toquen, no rompan ... En el fondo, lo que la niebla nos quería decir era que estamos dejando de avanzar, y que es hora de estancarnos ... estancarnos exactamente donde estamos y así evitar destruir las cosas buenas que el tiempo nos ha dado. Así, tal vez, con un poco de suerte, logremos ser como otra edad media, y nos quedaremos quietos sin mover nada, esperando el momento en donde la gente pueda recuperar otra vez lo que había perdido, y entonces, solo entonces, nos levantaremos y podremos mirar por nuestras ventanas, y notaremos que la niebla ya se habrá ido, y podremos volver a empezar.

    Ambos nos quedamos en silencio y me abrazó lo suficiente para que la rabia que sentía se fuera por un rato.

    - ¿Te sientes mejor? -tenia la cabeza apoyada en mi hombro y me hablaba despacio al tiempo que movía sus manos por mi cintura.

    - Un poco, creo ... pero al menos ya no me siento mal.

    - ¿Enserio? -su cuerpo se animo por completo-, ¿como te sientes?.

    - Estancando, como deber ser.

  5. Sobre la niebla y las derrotas. (Parte 1)

    jueves, 16 de junio de 2011

    - Me siento mal

    - ¿Que te pasó? -me preguntaba con una cara triste, como si entendiera lo que estaba sintiendo.

    - Es que me siento mal por muchas cosas y porque en parte el hecho de sentirme mal también fue mi culpa.

    - ¿Es por ser una niñita? -me miró a los ojos y esbozó una sonrisa burlesca.

    - No ... bueno si, pero mas que nada fue por no hacerle caso a la niebla.

    - ¿A la niebla?, ¿la niebla de ayer en la mañana?

    - Si esa ... osea, siempre es la misma, pero si, esa.

    Creí ver en sus ojos que buscaba comprender lo que yo le decía. Aunque en general nunca entendía la mayoría de las cosas que compartía con ella, siempre estaba dispuesta a escucharme y parecía disfrutar de nuestras conversaciones.

    - ¿Pero, y en que no le hiciste caso a la niebla?

    - En lo único que nos dice, que no salgamos.

    - Es lo que a ti te dice, para los demás es solo niebla.

    - Si pero piensa, ¿que es la niebla?

    - No se ... agua, aire, humedad, algo así.

    - Si pero ... creo que me equivoque en la pregunta; ¿que es lo que hace la niebla?

    - Que la gente no pueda ver.

    - ...

    - ¿Eso?

    - Si, justo eso.

    Ambos comenzamos a analizar al otro, como buscando descifrar que pensábamos.

    - ¿Pero que tiene que ver esto con que no le hayas hecho caso a la niebla?

    - Que me levanté.

    - ...

    - Los perros ladran cuando algo va a ocurrir, las nubes cubren el cielo antes de llover, la propia meteorología, ¡una ciencia!, se basa en interpretar lo que nos dice la naturaleza. Entonces, ¿no te parece que la niebla nos quiere decir algo?, ¿algo tan sencillo como que nos quedemos en casa, a salvo, porque hay algo que no quiere que veamos? ... ¿algo que no debemos ver?

    - ¿Que puede ser tan terrible?

    - Nosotros mismos quizás.

    - ...

    - ...

    - Aun no me explicas porque estas triste.

    - Esa es otra historia.

    - Tengo tiempo.

    - Entonces comencemos.

  6. 730 Días.

    miércoles, 15 de junio de 2011

    La encontré en un paradero por el que no pasaba hace mucho tiempo, pero para ella era lo común.

    - Háblame de algo divertido, hoy estamos celebrando.

    - La verdad no tengo nada que contarte -respondió con un tono cortante- ¿y que estaríamos celebrando?

    - Mi cumpleaños...

    Comenzó a mirarme extrañada.

    - Tu cumpleaños es en octubre...

    - No, ese era mi viejo cumpleaños, ahora es el 15 de junio.

    - ...

    - ¡Cumplo dos años Ale!

    - ¿Dos años?, ¿dos años de que? ... ¿desde...? -su voz se volvió triste.

    - Si, desde ese día. -creo que nunca había hablado sobre eso tan alegremente, y ella también lo notó.

    - Odio cuando te ponis tan hueón -arrugando la frente y dedicándome una mirada de rabia.

    - No, enserio, no es por dar pena ni nada, es solo que hay que celebrarlo.

    Su gesto cambió de rabia a curiosidad.

    - Creo que para nadie fue motivo de fiesta.

    - Claro, después de todo alguien se murió y no creo que eso sea motivo de fiesta, ademas nadie celebra el día mismo que uno nace, solo los cumpleaños, y hoy es mi cumpleaños.

    - Estay enfermo hueón, no se que mierda tenis en la cabeza -volvió su rabia-, le hiciste daño a tanta gente, y a ti, ¡a ti!

    - Si se Ale, y me arrepiento de eso, y también tengo unos asuntos pendientes sobre aquello, que mas que nada son gracias y disculpas, pero en el fondo, no me puedo sentir mal ni arrepentirme por lo que yo ... por lo que El hizo.

    Me miro a los ojos como no lo había hecho hace tiempo.

    - ¿Porque no? -y ahora si, su voz era pura tristeza.

    - Porque El no estaba bien. El sufría mucho y era todo lo que odio. No puedo decir que eramos completamente distintos, porque me heredo bastante, pero ... no se, cuando El se murió, yo nací y tuve la oportunidad que El no tuvo: la de empezar de nuevo.

    - No te ves tan distinto como crees.

    - Tal vez, pero al final, ¿que importa como me veo?, podre ser igual a El físicamente, pero El quería otras cosas, tenia otras cosas, amaba otras cosas... y todas esas cosas lo llevaron al final, a la ultima pagina del libro, todas esas cosas que quería lo llevaron a su muerte.

    - Sigues siendo una niñita, sigues llorando por todo, sigues sintiéndote débil y cobarde, sigues enamorándote de todo lo que se mueva, sigues siendo el mismo idiota que disfruta hacerse daño y estar dentro del pozo que eras hace 2 años.

    - Quizás, pero como te dije, esas son solo cargas que El me dejó, y ahora, ahora soy mas fuerte, ahora no me caigo, y si lo hago, me levanto las veces que sea necesario. La soledad ya no me va a volver a hacer caer ... ni la compañía tampoco. El dolor que El vio en estos ojos me permite ver las cosas de forma distinta, como si hubieran otros colores, o si el aire tuviera otros aromas, como si el dolor lo hubiera hecho todo mas bello.

    Se quedó pensativa, como con la tentativa de si decir o no lo que tenia en mente, pero finalmente lo soltó:

    - ¿Y si no cambiaste, si tal vez El nunca hubiera muerto, si solo dormía, como en una especie de coma del que algún día vas a despertar?

    Mi voz se volvió un poco mas seria.

    - Me hago esa pregunta todos los días ...

    ...

    - Yo se que crees que cambiaste, pero tienes que entender que la gente no siempre cambia, somos humanos, no cambiamos, y aunque no soportes la idea, tu también. Tengo miedo ... tengo miedo de que un día despiertes de este sueño donde eres una persona feliz y El despierte para terminar lo que no pudo.

    - Yo también tengo miedo Ale, pero si es que El llegara a despertar, se que soy lo suficientemente fuerte para hacerle frente, se que la próxima batalla la ganaré yo. No importa que todo lo bueno haya sido un sueño, en los 2 años que tengo, he aprendido que aveces los sueños son tan fuertes como la realidad, y estoy dispuesto a enfrentar la realidad si llega el momento, dispuesto a que mis sueños sean mi lucha.

    - Creo que si has cambiado un poco Da...

    - Dime De Lefént -interrumpí.

    - De Lefént. -y acercó su mano a la mía mientras sonreía.

    Pasamos un rato hablando de las cosas que habíamos olvidado en estos dos años. Entre risas y discusiones (que era lo mas típico en nuestras conversaciones), nos enteramos de cosas que poco importaban y seguimos ahí hasta que recordó que tenia que irse.

    - Nos vemos en dos años querida.

    - Con gusto caballero -lanzó una mirada picara.

    Me iba alejando a pie cuando escuche su voz.

    - ¡Oye!

    No me había percatado de lo mucho que se acercó.

    - ¿Dime?

    Me abrazó fuerte mientras acercaba sus labios a mi oído, y como si se tratara de un secreto, me susurró:

    -Feliz cumpleaños.

  7. Criadero.

    martes, 14 de junio de 2011

    La pequeña movía los dedos a una velocidad increíble a través de las teclas de su BlackBerry.

    - ¿y tu que hiciste? -me pregunto con su voz chillona y un tono altanero-

    - ¿Yo?, nada ... bueno si algo, pero nada muy grave.

    Seguía moviendo sus dedos a una velocidad tan rápida como la de mis dedos en el computador.

    - La verdad no respondiste a mi pregunta -hablaba con la vista fija en la pequeña pantalla-

    ...

    - Discutí con una profesora y la llame monstruo.

    - ¿Monstruo?

    - Si, monstruo.

    - ¿Y porque monstruo?

    - La verdad, no lo se muy bien, solo me nació.

    - ¿Que ocurrió? -sentía que la velocidad a la que hablaba y la precisión en sus palabras tenia que ver con que su atención estaba centrada mas en su pequeño aparato que en mi-

    - Es que un compañero se puso a discutir con ella porque a ultima hora cambio las condiciones sobre un trabajo, el cual se supone seria de a 4 en una especie de exposición y finalizó en un tipo de interrogación de a 2.

    - Ya...

    - Y bueno, en lo personal no me molestó mucho pero a mi compañero si. Comenzó a tratar de recordarle a la profesora que antes nos había explicado que el trabajo seria de otra manera, pero esta empezó a gritarle y ... y sus gritos ... no tenían forma.

    - ¿Como es eso de no tener forma?

    - No tenían contenido, no tenían sentido, era solo ruido ... como ladridos o rugidos ... como el grito de un monstruo.

    - Entonces la llamaste monstruo y terminaste acá.

    - Si, en resumen eso.

    - A ...

    - ¿Y tu, porque terminaste aquí?

    - La vieja culia me echó de la sala por estar twitteando en clases.

    Era difícil saber que me había sorprendido mas: su vocabulario, su actitud, o el hecho de que ni siquiera sé como se escribe twittear.

    - ¿tienes twitter? -dejé notar mi impresión-

    - No, twitteo por paint hueón.

    ...

    - ¿y ahora que haces en tu BlackBerry?

    - Le mandó un mensaje a mi mamá para avisarle que probablemente la van a citar y para que venga a retirar mi BlackBerry el viernes.

    - ¿Cuantos años tienes? -se noto el tono molesto en mi voz-

    - 11.

    - ¿Y porque no esperas a decirle a tu madre en la casa?

    - Trabaja hasta muy tarde. Generalmente me acuesto como a las 11:30 pero mi mamá siempre llega como a las 1 del trabajo y es mejor comunicarnos por aquí.

    Y seguía, moviendo sus pequeños dedos por el puto teclado que parecía soportar mas que yo a este pequeño ser.

    - ¿Que mierda es tan importante en tu vida para tener que twittearlo cada dos segundos? le dije sin darme cuenta que gritaba-

    - ¿Disculpa?

    - No, enserio, 11 años, ¿que mierda es tan necesario que todos en Internet sepan?

    - No son todos, solo mis amigos.

    - ¿Cuantos amigos tienes?

    - Hasta ahora me siguen unos 367 y ...

    - ¡Callate mierda!

    Por primera vez la pequeña despego la vista de su pantalla y abrió unos enormes ojos que reflejó con los mios.

    - ¿Que te pasa?, ¿porque me gritai?, ¿que te hice? -comenzaba a sonar asustada-

    - ¡Callate!, pequeño monstruo, si, tu también lo eres, un monstruo, una criatura que perdió toda su humanidad, que ni siquiera se comunica, que solo tira ideas al aire, al espacio, a la nada. Que no socializa, que no te mira a los ojos, que no te escucha, que no te habla, que no se siente, ¡un monstruo!

    No me di cuenta que había una profesora parada a mi lado, que otros dos me miraban, que la pequeña lloraba con la cara escondida entre las manos y que mi cuerpo se encontraba completamente agitado, como si hubiera corrido por horas y por fin hubiera llegado a la meta, completamente exhausto.






    - Pase, señor ....

    - De Lefént.

    - Si, eso, señor De Lefént. Bueno, quería conversar con usted en el porque de sus actitudes, ya que por lo que entiendo, llego a esta oficina luego de haber insultado a una profesora, y no conforme con su actitud, en el pasillo que se encuentra afuera, insultó y grito a una pequeña niña de 10 años.

    - 11.

    - ¿Que?

    - 11 años, tenia 11 años.

    - ¿Es esto una broma?, alumnos que discuten con profesores es cosa de todos los días señor, pero, ¿insultar a una niña?, ¿y encima hacerse el chistoso?, creo que en su posición no esta como para hacer bromas.

    - La broma es que usted llame niña a ese engendro.

    - ¡Callese!

    - ¡No!, usted callese. Estoy harto de este lugar, de esta jaula de monstruos, donde los monstruos mayores como la idiota que me trajo aquí educan a los monstruos pequeños como al que le grite hace un rato. Aquí nadie sabe comunicarse, nadie entiende con palabras, y aunque supieran hacerlo, no hay nada que decir, como es el caso de esa niña monstruo.

    - ¿Porque llama monstruo a esa pequeña niña?

    - Eso no es un niño señor, ya se lo dije.

    - Creo que es hora de madurar señor De Lefént.

    - Para usted madurar es convertirse en monstruo

    - ¿Y para ti que es convertirse en monstruo?

    - Es insensibilizarse como la madre de la niña monstruo que le dejó a su cría a usted porque no tiene el tiempo para ella, es rugir como la profesora monstruo que se canso de hablar y comenzo a gritar hasta el punto que se dejo de entender a ella misma y se aburrió de intentar entender a los demás, es volverse nadie y dejar de tener contacto con las personas para reemplazarlos por objetos como en el caso de la niña monstruo. Todos se volvieron monstruos porque ... no sé, perdimos lo que nos hacia humanos supongo, dejamos de comunicarnos, dejamos de decir lo que sentíamos, dejamos de ver a nuestros hijos crecer, dejamos de mirarnos a los ojos ... dejamos de mirarnos a los ojos.

    Fue entonces que me di cuenta que mi voz sonaba demasiado triste y que al hablarle al rector no lo estaba mirando a el, sino a ese lugar al que todos miramos cuando soñamos despiertos.

    - Me tengo que ir señor, creo que me estoy convirtiendo en un monstruo.

    - Creo que esta vez tiene razón señor De Lefént.

    Debía llegar a casa a explicar que necesitaba buscar otro colegio, pero antes de eso, debía escribir la historia del día que logre escapar de un criadero de monstruos, así, nadie creería que es mentira ni que estoy inventando tan gran hazaña.