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  1. Extra

    miércoles, 18 de mayo de 2016

    I

    Ninguna voz debe resaltar.

    Esa, es la regla primordial.

    No se trata, sin embargo, de que haya completo silencio: todo debe ser un murmullo, una sinfonía ornamental que de verosimilitud al asunto, la suficiente para hacerlo creíble.

    Cualquier libro, cualquier escenario, cualquier sueño.

    Así, por cierto, fue que terminé aquí.

    II

    - Ayer soñé contigo.

    Miré sus piernas, me emocioné pensando en la posibilidad de un coqueteo.

    - ¿Y que hacía yo?

    - Nada, erai un extra.

    - ¿Cómo, no hacía niuna hueá?

    - No, como siempre.

    Ella sonrió, y yo desperté aquí.

    III

    Los cowboys sin pega hace años, que solo fuman Hilton rojo y te dicen maricón si fumái mentolados.

    Los disfrazados, los niños-árbol o piedra: las muy feas para una estupenda Julieta, los muy tontos para un atrevido Romeo.

    Las parejas sin nombre, ni tacto, ni besos, ni sexo. Las citas de cartón para tener de fondo mientras los protagonistas celebran con copas bonitas de champagne.

    Los caminantes. Los transeuntes que detienen taxis que no llevan a ningún lugar. Los japoneses cruzando calles. Los jovenes europeos comprando drogas. Los millones de oficinistas que van bien/temprano/tarde.

    Los de sueños. Los más tontos de los tontos. Los que piensan que alguna vez existieron.

    Somos los extra, los anti-protagonistas.

    La bulla de fondo que torna menos mentira la mentira.

    Somos quienes realmente murieron en la cruz.

    Los que renunciamos a una vida para hacerte creer la tuya.


    IV

    Escribo esto sobre la barra del bar.

    Pido el mismo vodka malo de siempre.

    Las parejas enmudecen y miran al extraño.

    Los cowboys desenfundan con un cigarrillo en la boca.

    Los niños disfrazados de arbol afilan sus ramas.

    Los transeuntes se reunen fuera del Bar.

    Si usted, querido lector, se encuentra leyendo esto, significa que me encuentro en un terrible problema.

    Un metaproblema.

    Yo, el narrador, en mi egoísmo camuflado de literatura, he roto la regla primordial:

    AQUÍ NO SE ACEPTAN PROTAGONISTAS

    Entran los transeuntes furiosos.

    Estallan vidrios, muros, ojos, mesas y escaleras.

    Termino mi vodka, mientras balas y ramas perforan mi consciencia.

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